Hoy: 10 de octubre de 2024
Gracias a los abejares que su padre le dejó en herencia en la majestuosa finca que poseía, Virgilio pudo vivir con desahogo y acrecentar su vocación de campesino y de sabio. De este modo, pudo escribir serenamente las Églogas que reflejan una composición de agricultura deliciosa, especialmente cuando habla Melibeo: “Aquí respirarás el frescor de la noche entre los conocidos ríos y las sagradas fuentes; aquí las abejas hibleas, apacentadas en los sauzales del vecino cercado, te adormecerán muchas veces con su blando zumbido” …
De las sicilianas colmenas hibleas, cuidadas en el monte Hibla, se extraía la miel más exquisita; a cambio de su excelencia, se soportaban gustosamente los zumbidos.
En nuestra Patria y en nuestro tiempo hemos de soportar los clamores molestos de una verborrea ramplona e indecente. Tan lejos está la miel, que ni nos llega a los labios.