Juliana Ferrer, de avanzada edad, y sus hijas Josefa y María Belmonte tienen a un hijo y a un hermano, el cadáver de este, congelado, desde hace tres años, en el Anatómico Forense de Palma de Mallorca. Y ahí sigue, lleno de hematomas, muy visibles en el rostro.
El pasado 20 de marzo -cumpleaños del fallecido, de 52 años e interno de la prisión de Palma-, las tres fueron con flores a las puertas del cementerio de la ciudad, no sabían a qué otro sitio ir, para depositar flores en nombre de Francisco Belmonte Ferrer, hijo y hermano, pero está congelado desde hace tres años. En Mallorca, por orden judicial.
Es víctima porque la Audiencia de Mallorca ha ordenado investigar las causas de su muerte. Fue hallado en su celda muerto.
Los peritos han detectado anomalías en las autopsias y el tribunal mallorquín quiere saber qué le pasó realmente a Francisco. Había tenido problemas con las drogas y cometió delitos menores. Ninguno de sangre.
Y de pronto, sin causa aparente, fue encontrado muerto en su celda. Eso fue el 2 de agosto de 2022.
El día 4, su anciana madre, Juliana, fue al penal, como solía hacer periódicamente pese a su edad y muchas pejiguerías, a inghresarle dinero en el peculio.
Según la familia, el director le contó, ella se quedó en schok, que había muerto de una sobredosis, y que lo tenían todo preparado para incinerarlo. “Su hijo”, le soltó el director, “no era un ejemplo a seguir”.
Juliana se negó en redondo a que lo incinerasen, quería ver por última vez a su hijo y velar su cadáver. La prisión accedió, es su obligación.
Ese día, Pepi y su madre abrieron el ataúd, tras la entrega del féretro, y se encontraron el cuerpo de Francisco “reventado y lleno de hematomas”. Y avisaron a la policía. El cadáver, sostienen, estaba molido.
En la primera autopsia, a la forense se le olvidó hacer el informe, lo que más tarde le reprendió la Audiencia de Palma, la misma que ha ordenado al juez que el cadáver siga congelado hasta averiguar qué le pasó a Francisco.
La familia asevera que lo mataron. Cuidar de la vida de los internos es responsabilidad del Estado.
Señala que es cierto que “en las cárceles entra droga” y que Francisco pudo tomarla. Pero no fue esa la causa de la muerte.
Un informe pericial, tras los análisis toxicológicos pertinente, descartó que la muerte se debiera a ingesta de drogas. Y tampoco vio signos de violencia que hubieran comprometido la vida.
Se barajó como posible causa, tras observarse determinadas lesiones, el uso contra él de una pistola Taser (arma de defensa eléctrica, que se usa en las prisiones) por parte supuestamente de funcionarios.
Pero luego quedó en el aire, no pudo demostrarse lo de la Taser, porque las muestras de esas lesiones se deterioraron por una inadecuada conservación. Por eso la Audiencia de Palma ha pedido explicaciones por los fallos en la conservación de esas muestras, según explica Francisco V.G., asesor de familias con problemas penitenciarios.
Y mientras, la madre y sus hermanas siguen esperando respuestas a los hematomas que presentaba el cadáver e incluso a lesiones en la cabeza. Tres años después, aún no han llegado esas explicaciones. Y el cadáver, por orden judicial, lleva tres años congelado.
Por este motivo la Audiencia de Mallorca decidió que se hiciera una segunda autopsia, que se hizo. Pero no hubo una conservación adecuada del cadáver.
Y a esto se añade que en la segunda autopsia, cosas que se habían visto claramente en la primera, como los hematomas, se esfumaran, sembrando todavía más la confusión y la incertidumbre.
La familia denunció que se había roto la cadena de custodia. Y no ve buena fe en lo ocurrido. Insiste en que fue asesinado. Y sospechan que con la taser.
La Audiencia de Palma dictó el pasado mes de febrero un auto para que los forenses expliquen y aclaren por qué se rompió la cadena de custodia, por qué la forense de la primera autopsia se fue de vacaciones sin dejar el preceptivo informe, donde constaban los hematomas, por ejemplo. Y cómo no se custodiaron adecuadamente las muestras de la autopsia.
No se descarta una tercera autopsia.
La madre de Francisco quiere que se aclare lo que pasó con su hijo, que, de pronto, el director le dice que ha sido por drogas pese a que las autopsias lo desmienten, y ¿por qué el director de la cárcel había tomado la decisión de incinerarlo sin permiso de la familia?
La de Francisco Belmonte es una más, pero con oscuros matices, de las muertes extrañas que se producen con demasiada frecuencia en las cárceles que dirige Luis Ángel Ortiz.
Su anciana madre quiere tener el duelo de su hijo e irse en paz, pero quiere saber la verdad para saber donde puede llevar las flores el próximo 2 de noviembre, festividad de los Difuntos.