El pasado domingo se alcanzaron los 45,8 grados en Jerez de la Frontera (Cádiz), en lo que José Ángel Núñez, portavoz de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet), calificó como el día más cálido de esta última ola de calor. En siete estaciones de la red de la Aemet se superaron los 45 grados.
El episodio comenzó el 3 de agosto y se prolongó durante 16 días, convirtiéndose en la tercera ola más larga desde que hay registros, empatando con las de 2003 y 2022. Ese mismo domingo fue también la jornada con mayor mortalidad por altas temperaturas: 125 decesos en un solo día. En total, este segundo episodio de calor del año ha dejado 1.149 muertes atribuibles al exceso térmico.
Según el Sistema de Monitorización de la Mortalidad Diaria (MoMo), en lo que va de verano se han contabilizado 2.635 fallecimientos por exceso de temperatura, más de 600 por encima de todo el verano pasado (2.012). Aunque la cifra aún está lejos de los niveles de 2022 —cuando se registraron 4.789 muertes— la tendencia apunta al alza.
Los expertos advierten de que no todas esas muertes se deben a golpes de calor. «Buena parte de esos fallecimientos se deben a que la mayoría de las personas tienen algún tipo de enfermedad de base y el calor contribuye a ese fallecimiento», explica Alberto Ruano, director de la Cátedra en Salud Ambiental de la Universidad de Santiago de Compostela. En la misma línea, Aurelio Tobías, investigador del CSIC, añade que el calor «es un disparador para la gente mayor, vulnerable, con patologías de base» y que los golpes de calor se producen «de forma muy ocasional».
De hecho, Sanidad ha registrado 19 muertes por golpe de calor en lo que va de verano, de las cuales solo una se produjo durante la ola: la de un hombre de 85 años en Badajoz. Otra, ocurrida en Lérida el día 11 de agosto, está en investigación. Las comunidades autónomas han notificado además el fallecimiento de un niño valenciano en Bilbao, un hombre en Plasencia (Cáceres) y tres casos en Andalucía durante los días 16 y 17.
Como advierte Gómez, la mayoría de los decesos vinculados al calor se concentran en personas de edad avanzada, especialmente mayores de 85 años, cuyos problemas de salud se agravan con el aumento de las temperaturas. Este verano ya se han registrado más muertes que en 2024, «y aún queda un mes», señala, aunque la estadística final dependerá de la intensidad de las próximas olas de calor.
La tendencia, según Ruano, es claramente «ascendente», en parte porque la población española está cada vez más envejecida y, por tanto, más vulnerable. Tobías, que ha desarrollado la aplicación MACE para estimar la mortalidad asociada al calor, recuerda que también existe un proceso de adaptación biológica y socioeconómica que puede reducir el riesgo.
Aun así, Natalia Shartova, investigadora del ISGlobal, advierte de que es «probable» que la mortalidad por altas temperaturas siga siendo «un importante problema de salud pública» y reclama una mayor coordinación institucional para aplicar políticas que mitiguen el impacto del calor extremo.