Aunque últimamente en España parece no estar bien visto piropear a una mujer, en Cuba, país que tanto admiran nuestras féminas más sobresalientes, sabrosura sigue siendo allí una alabanza a la belleza. Si les molesta, pido perdón, pero nadie duda que la señora Irene Montero es un bellezón, lo mismo que Rita Maestre, de la que conocemos algo más. Juana Belarra es cautivadora con su sonrisa a medias, con sus denuncias turbadoras. Y si no se ajusta del todo a los cánones de la hermosura, la señora Yolanda Díaz tiene un no sé qué tan tierno y labial, que sobrecoge.
Aunque no estoy yo para dar consejos a nadie y menos a quienes no lo han pedido, como mejora de su estética les sugeriría que eliminen un poco de pimienta a su discurso: es suficiente verlas aparecer para convencerse de sus argumentos. Sabiendo que no es esa la manera con que prefiere educar una buena feminista.
Son todas una monada y hacen muy bien en procurar ser también mónadas que, en la segunda acepción de la Real Academia, se dice de aquellos protozoos que viven en aguas estancadas, provistos de dos o tres flagelos que les sirven para nadar.