Hoy: 22 de febrero de 2025
Donald Trump es un expansionista al pretender geopolíticamente llevar a su país a ser el más poderoso y temido del mundo. Su visión política refleja una continuidad con la historia de Estados Unidos, un país cuya expansión territorial ha sido una constante desde su fundación.
La historia del expansionismo estadunidense comienza con las 13 colonias británicas establecidas en la costa este de América del Norte en el siglo XVII. Colonos de Inglaterra, y en menor medida de otras partes de Europa, buscaron nuevas oportunidades y libertad religiosa. Estas colonias prosperaron y, con el tiempo, se rebelaron contra el control británico, lo que derivó en la guerra de Independencia de Estados Unidos. Tras su victoria en 1776, se fundó un nuevo país.
A partir de entonces, la expansión de Estados Unidos fue imparable: compró Luisiana en 1803, un vasto territorio de Francia, duplicando su extensión. La Doctrina Monroe en 1823 y su política, que advertía a las potencias europeas que América era su zona de influencia.
La ideología del Destino Manifiesto impulsó la expansión territorial hacia el oeste, alegando un derecho divino, justificando sus intervenciones en América y el mundo. La guerra México-Estados Unidos, 1846-1848, culminó con el Tratado de Guadalupe Hidalgo, con el que México cedió grandes extensiones de territorio (California, Texas, Nuevo México, Arizona, Nevada, Utah y partes de Colorado, Wyoming y Texas) a cambio de 15 millones de dólares.
La compra de Alaska en 1867 a Rusia, que vendió por 7.2 millones de dólares. La guerra hispano-estadunidense en 1898 permitió a EU obtener Puerto Rico, Guam y Filipinas, tras derrotar a España en la guerra y firmar el Tratado de París.
En la actualidad el expansionismo adopta formas más políticas y económicas que territoriales.
En 2019, Trump manifestó interés en comprar Groenlandia, debido a su importancia estratégica y recursos naturales. Sin embargo, el gobierno de Dinamarca y las autoridades groenlandesas rechazaron la idea.
Desde su construcción en 1914 hasta su entrega a Panamá en 1999, el canal fue un punto de control estratégico de Estados Unidos. Aún hoy, 40% del tráfico que lo cruza proviene o se dirige a territorio estadunidense.
¿Y el pretendido agandalle del golfo de México?
En materia de conflictos internacionales, Trump mantiene una política de influencia sobre regiones en crisis, donde negocia la paz de Ucrania con Putin y con Netanyahu el destino de Palestina, para mantener la hegemonía estadunidense en el panorama global.
En la Cumbre de Seguridad en Múnich, el vicepresidente JD Vance regañó a los europeos, desde las amenazas a su seguridad que no provienen de potencias como Rusia o China, el deterioro de sus libertades cívicas y democráticas, al recriminarles la anulación de las elecciones en Rumania, y la exclusión de representantes de partidos populistas de derecha e izquierda. La inmigración y sus repercusiones culturales y de seguridad, y la regulación normativa del uso de la inteligencia artificial.
¿Esto abre la puerta a un nuevo orden internacional, en el que tanto Europa como Washington deberán buscar otras alianzas?
EU busca dominar el planeta y también el espacio. La era moderna de la exploración espacial ha tomado un giro comercial y militar bajo la administración de Trump con el apoyo de multimillonarios como Elon Musk.
Gracias a la colaboración entre la agencia espacial estadunidense y SpaceX, los costos de las misiones espaciales han disminuido drásticamente, permitiendo la exploración con fines comerciales, el objetivo es establecer bases permanentes para construir una ciudad en Marte y colonizarla.
Por cielo, mar, tierra y el espacio, las ambiciones expansionistas de Estados Unidos no tienen límites. La historia muestra que esta nación siempre ha buscado crecer y consolidar su poder, y la era de Trump no es la excepción. ¿O no, estimado lector?
*Por su interés, reproducimos este artículo de Juan Carlos Sánchez Magallán, publicado en Excelsior.