Maduro: Cadáver insepulto

1 de agosto de 2025
3 minutos de lectura
Nicolás Maduro, dictador de Venezuela / Fuente: Europa Press - Archivo

PEDRO BURELLI

El 28 de julio los venezolanos votaron por el cambio de régimen. Ese fue el mandato de esa histórica paliza

El “hasta el final” de María Corina quiere decir eso: lucharemos hasta salir de quienes se enquistaron en Miraflores. A la fecha, Nicolás Maduro se ha robado tres elecciones presidenciales. Y eso, que entre autócratas podría considerarse un “logro”, es despreciable en un país que quiere ser libre. En trece largos años, Maduro ha destruido a Venezuela. Eso es tan irrefutable como trágico.

Desde el 22 de octubre de 2023, cuando María Corina Machado aniquiló a una oposición colaboracionista, Maduro solo se mantiene en el poder por su infinita voluntad y capacidad de hacer daño, de violar leyes, principios y derechos.

El 28 de julio de 2024 no tuvo más remedio que sacar una servilleta, un bolígrafo y decretar victoria frente a una paliza histórica que le dio Edmundo González Urrutia, un diplomático de carrera, sin ambición ni maldad alguna, que tuvo el coraje de dejarse guiar por María Corina Machado, la líder política más indoblegable, audaz y creativa que ha parido nuestra patria.

A un año de esa paliza, Maduro sigue en Miraflores. ¿Por qué?

Porque no estamos lidiando con un mal político. Ni siquiera con un pésimo político. Estamos enfrentando a una mafia criminal que, abusando del poder del Estado, ha secuestrado a todo un país. Es una lucha asimétrica. 

Mientras ellos exilian, apresan, torturan y matan sin pudor, nosotros optamos por utilizar las herramientas de los demócratas y luchar desarmados contra Maduro y sus matones.

El 28 de julio los venezolanos votaron por el cambio de régimen. Ese fue el mandato de esa histórica paliza. El “hasta el final” de María Corina quiere decir eso: lucharemos hasta salir de quienes se enquistaron en Miraflores.

¿Hasta cuándo lucharemos? Hasta el final. Punto. Hasta que los asuntos públicos y la política no estén embarrados con dineros del narcotráfico, del lavado y de la minería ilegal. 

Hasta que la voluntad popular expresada en el voto se materialice en el gobierno del país, de sus estados y de sus municipios. 

Hasta que seamos de nuevo más de treinta millones en Venezuela, y no un país desperdigado por el mundo. Hasta que nuestro enorme potencial se traduzca en oportunidades y prosperidad para Venezuela y para los venezolanos. 

Hasta que el inmenso daño hecho al país sea castigado con justicia implacable y ejemplarizante.

A un año de la paliza del 28 de julio, Maduro está más repudiado que nunca, dentro y fuera del país. Es más despreciado por la Fuerza Armada y está desnudo ante el mundo. Ya nadie duda de que es un asqueroso capo del narcotráfico. 

Es evidente que su único sostén es el terror, pero también que le tiene terror a perder la impunidad que le da el poder, absolutamente abusado y criminalizado.

Hace un año se dijo “ya basta” aun con las reglas amañadas del régimen. Eso tiene mérito, y exige paciencia con quienes nos guiaron a ese formidable triunfo. 

La resiliencia de Edmundo, un buen hombre, y la fortaleza a prueba de fuego de María Corina, derrotan a Maduro todos los días. Sí, todos los días. Al persistir, lo arrinconan y lo obligan a mostrar su único y verdadero cuero: el de narco y matón.

Quienes aún siguen a Maduro tendrán sus razones. Buenas, ninguna. Quienes se le arrodillan terminarán peor que quienes lo enfrentan. Nada es más fútil que buscar indulgencias con el crimen organizado.

Venezuela va a ser libre, y quizás prospere. Pero tengamos claro que, de aquí a ese momento, tendremos que aguantar el hedor de Maduro, la pestilencia de sus alfiles y la traición de algunos que un día fueron opositores y poco a poco se volvieron cómplices y sostenes del hediondo Nicolás.

A un año de esa aplastante victoria, debemos concluir que no hay otro destino que el entierro de esta pesadilla. Hacia allá vamos, sin alternativa ni pausa.

Por su interés, reproducimos este artículo de Pedro Burelli publicado en el Diario de Las AméricasMaduro: Cadáver insepulto

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