Hoy: 30 de octubre de 2024
A veces la realidad no puede soportarse sin exclamaciones que sirvan, al menos, de desahogo. El Eclesiastés nos enseña que hay un tiempo para llorar y un tiempo para reír; un tiempo para hacer duelo y un tiempo para bailar. Hay un tiempo para arrojar piedras y un tiempo para recogerlas.
La ministra Isabel Celaá, en su ley de enseñanza, tiró las piedras que pudo contra la religión católica y su ensamblaje en el organigrama común de los estudios, imponiendo el disparate de que los hijos son del Estado, que apenas si los padres tienen algo que ver en ellos. Y es el Estado, el suyo, el que dejó las clases de religión como hoja de otoño inservible y degradada.
Ya que la Iglesia tiene por bandera poner la otra mejilla cuando le parten la cara, doña Isabel nos representa en el Vaticano como embajadora.
pedrouve