La justicia es una señora lenta a la que, para colmo, le tapan los ojos aquellos que no tienen prisa.
Ella es buena, hacendosa, educada en el colegio de la verdad y, tan atractiva, que hasta se pinta los labios cuando besa.
El problema está en algunos que quieren vestirla con sedas que no le corresponden, con visones comprados para entretenerla y que mire, mientras tanto, hacia otro lado según las conveniencias.
Pero ella no se deja. Insisten. Pero no se deja.