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Juan Simón

Juan Simón

Cementerio de La Soledad de Huelva. | Fuente: Ayuntamiento de Huelva / Europa Press

En el cementerio del pueblo no había nadie que enterrara más que él. Juan Simón se conocía de memoria las yerbas amarillas alrededor de las tumbas y ese olor que baja lento de los cipreses dormidos. A su hija le llegó la muerte y no encontró ayuda para su corazón de padre. Él sólo, con el amparo posible de algún ángel, tapó con cal la cerradura de la vida…

Aquí en España, uno solo nos va a enterrar a todos, después de haber desenterrado a los que bien enterrados estaban (¡Ay, qué manía ésta de no dejar en paz a los muertos!). Le ayudan, eso sí, ángeles exterminadores que danzan arrogantes.

El problema está en que no hay muchos que sepan hacer otra cosa.

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