A las 20:30 h, el Madrid Arena se apagó y las pantallas mostraron el videoclip de ‘Un último vals’, anticipo poético del ocaso artístico de Joaquín Sabina. El público apenas contuvo la emoción. En cuanto apareció el maestro, el aplauso fue unánime: 12.000 personas en pie, muchos luciendo el bombín que ha acompañado su estética y su leyenda, según una información publicada en Europa Press.
“Gracias por venir. Por fin en Madrid”, dijo Sabina con voz rota y sonrisa intacta. “Esta ciudad no me vio nacer, pero sí crecer. Aquí soy quien soy”, añadió, justo antes de arrancar con ‘Yo me bajo en Atocha’.
El recital, que duró más de dos horas, fue un viaje sin freno por la historia sonora de varias generaciones. ‘19 días y 500 noches’ provocó la primera ovación salvaje. Le siguieron ‘Mentiras piadosas’, ‘Calle Melancolía’, ‘Lo niego todo’ y ‘Lágrimas de mármol’, entre muchas otras.
Sabina, a sus 76 años, permaneció sentado la mayor parte del concierto. Solo se ausentó brevemente en un par de ocasiones, mientras su banda —sólida, fiel, afinada— llenaba el escenario.
Hubo lugar para los homenajes. Dedicó ‘¿Quién me ha robado el mes de abril?’ a Luis García Montero y Benjamín Prado, y ‘Calle Melancolía’ a Mónica Carrillo y otras mujeres con historia compartida. Sabina no necesitó levantar la voz: el público coreaba cada verso como si fuera propio.
En el cierre, llegaron los himnos que nadie quería dejar de cantar: ‘Contigo’, ‘Y nos dieron las diez’, ‘Noches de boda’… y como colofón, una potente versión de ‘Princesa’. “Nos vemos pronto… o no”, dijo antes de desaparecer entre vítores y aplausos.
La gira Hola y adiós comenzó en febrero en América Latina y ha recorrido escenarios de México, Colombia, Argentina y Estados Unidos. Tras su paso por Canarias y Málaga, Madrid acoge varios conciertos antes del gran final en noviembre.
Joaquín Sabina no deja solo un repertorio inolvidable. Deja también una lección de estilo, honestidad y supervivencia poética. El bombín seguirá en alto, aunque el telón caiga.