Hoy: 15 de octubre de 2024
El ataque iraní del 1 de octubre contra áreas civiles de las ciudades Tel Aviv y Jerusalén, a base de al menos 180 misiles, muchos de ellos balísticos e hipersónicos, disparados a 1800 kilómetros de distancia de Israel, constituye un hito militar, político y geopolítico de consecuencias incalculables. La censura israelí no permite averiguar cuántas víctimas mortales y heridos ha causado este ataque masivo, aunque es de suponer que sean numerosas. Pero, independientemente de los daños humanos, causados, dolorosos siempre, lo relevante es que, por una parte, la iniciativa bélica corresponde a la Guardia Islámica iraní, a partir de hoy sector militarmente hegemónico del régimen republicano islámico; su líder, el Guía Sayed Alí Jamenei, era partidario de diferir la entrada directa en combate contra el Israel de Benjamín Nethanyahu desde mucho tiempo atrás. En vez de ello, Alí Jamenei prefería que organizaciones armadas afines, palestinas y libanesas, hostigaran a Israel desde Líbano, por parte de la milicia Hezbollah y desde el brazo militar de Hamas, las brigadas Ezzedin al Qassem. Con todo, nunca ni una ni otra organizaciones armadas fueron enemigos temibles para el temible poderío militar del Estado judío, cada vez más semejante a una teocracia como la que dice combatir en Irán.
Mas, por otra parte, la iniciativa punitiva acometida por Nethanyahu contra la Franja de Gaza desde el pasado octubre y ahora en Líbano, invadido militarmente por tropas de élite israelíes, le ha sido arrebatada en esta ocasión al primer ministro judío: Irán ha golpeado primero. El mantenimiento de tres frentes de guerra abiertos, hoy ya simultáneamente, es un pesado fardo que pocos ejércitos pueden afrontar, como aconsejan los principios básicos de la táctica bélica operativa.
Pero el Primer Ministro israelí sigue en su fuga hacia adelante, en un intento por reconfigurar, a cualquier precio, el mapa completo de la región, unas veces apoyado y otras dirigiendo la política exterior estadounidense. Pese a los sueños de grandeza de Benjamín Nethayahu, todo parece preludiar que una nube de sufrimiento semejante al causado por Israel en Gaza, Cisjordania y Líbano planea ya sobre la sociedad israelí, cuyos elementos más conscientes se muestran horrorizados por la situación a la que Nethanyahu les ha conducido. Y lo ha hecho excitando la animadversión de las masas populares de los países árabes o islámicos vecinos, cada vez más alejadas de sus gobernantes, cuyo silencio sobre las matanzas perpetradas por Israel contra el pueblo palestino gazatí-cisjordano y libanés consideran ominoso. La Guardia islámica iraní informó que el ataque contra Israel ha sido una represalia por el asesinato del líder de Hezbolláh, Hasan Nasrallah, eliminado el pasado 27 de septiembre en un bombardeo de la aviación israelí sobre Beirut; y evoca también, como motivo del ataque, la aniquilación del dirigente palestino de Hamas, Ismail Haniyeh, asesinado en Teherán muy probablemente a manos de agentes de Israel mientras asistía, el 28 de julio pasado, a la toma de posesión del civil Massud Pezeskian como nuevo Presidente iraní heredero de su predecesor, Ebrahim Raisi.
Pero nadie cree que la envergadura del ataque con misiles iraníes contra Israel obedezca únicamente a tal razón: más bien Irán, a través de su potente Guardia Islámica, parece haber querido sacar músculo y dar testimonio con el que, siquiera formalmente, responde a las numerosas agresiones, en forma de asesinatos selectivos de científicos nucleares, aliados de milicias chiíes y ataques a instalaciones atómicas, que Irán lleva sufriendo durante años por inducción directa o indirecta de sucesivos Gobiernos de Israel, mediante agentes secretos.
La intrahistoria de los hechos permite establecer hipótesis fundadas sobre lo ocurrido: algunos analistas, entre los que se incluye este escribidor, vinculados durante décadas a la información sobre Irán, consideramos que quien desde Teherán ha decidido el ataque contra el territorio de Israel, se ha adelantado a los planes presumiblemente concebidos por Nethanyahu y el Estado Mayor de las Fuerzas Armadas de Israel. El propósito de los dirigentes judíos, avalados por Estados Unidos, ha sido el de eliminar a los principales dirigentes del régimen islámico iraní y de sus fuerzas armadas, como se demuestra con el asesinato del general Qasem Soleimani, líder de las Brigadas Al Qods y futuro hombre fuerte del régimen, el 3 enero de 2021 a demanda de Israel. Su muerte se produjo al impactar un potente dron estadounidense sobre él y su escolta cuando regresaba a Bagdad a mediar ante una turba de chiíes que asediaba la Embajada estadounidense en la capital iraquí.
Asimismo, tal propósito aniquilador quedó de manifiesto con la muerte del presidente iraní, Ebrahim Raisi y su ministro de Exteriores, Hossein Amir Abdollhahian, cuando regresaban a Irán desde el vecino país de Asarbayán tras la inauguración de una presa hidroeléctrica, el pasado mes de mayo. Son dos ejemplos, a añadir los sucesivos asesinatos de científicos a manos del espionaje israelí y los ataques con drones y cohetes contra instalaciones nucleares persas como la de Natanz.
Pero, en el intento de Israel por provocar a un Irán comedido hasta el 1 de octubre a la hora de entrar en liza contra Israel, Benjamin Nethanyahu contaba con alentar un potente levantamiento interior iraní contra los ayatollahs, habida cuenta de la abierta impugnación social y la impopularidad del régimen que recorrió Irán tras el asesinato de la joven kurda Masha Amini, en septiembre de 2022, a manos de la policía de costumbres sorollah. Los analistas israelíes parecen desconocer que la impugnación más eficaz contra el régimen islámico, la de los partidos y sindicatos de izquierda, quedó descabezada en sucesivas y sangrientas purgas que lo escoraron hacia posiciones dictatoriales, las mismas que ha seguido para abortar, pese a su extensión y su alcance mediático, el movimiento social y feminista iraní Mujer, Vida Libertad, reprimido con más de 400 muertes.
Centrando los ataques israelíes contra Irán en sus jerarquías políticas y militares y eludiendo voluntariamente los ataques contra la población civil, Israel se proponía liquidar físicamente al mayor número de ayatollahs con poder y dirigentes de la Guardia Islámica, Pasdaran. Pero, al adelantarse Irán con el lanzamiento masivo de misiles contra la población civil de Israel, esa limitación premeditada de los daños contra civiles iraníes barajada por Nethanyahu para debilitar desde dentro al régimen adversario, se torna en agua de borrajas. Y ello porque la conducta rencorosa que acostumbra seguir y las demandas de su propia opinión pública, le obligarán a castigar indiscriminadamente a la población civil iraní, estimada en 88,9 millones de habitantes. Con lo cual se esfuma la posibilidad de enfrentar a los iraníes de a pie contra su propio régimen, con el que, si Israel actúa contra ellos mismos, cerrarán a su pesar filas con aquel.
Lo cierto es que la penetración de agentes enemigos en la misma cúpula del poder político y militar de Irán, como los casos expuestos demuestran, garantizaba a Nethanyahu un éxito casi seguro en sus planes, ahora desbaratados por la antelación con la que Irán ha golpeado las dos ciudades, Tel Aviv y Jerusalén. La mecánica interpretación del principio del ojo por ojo y diente por diente, en la que Israel acostumbra trocar ojo por diente, es uno de los atavismos que acompaña desde hace décadas a los políticos de Israel y a sus despiadados líderes militares, como se demuestra en las matanzas de miles de niños y civiles también inocentes en Gaza así como centenares, aún, de civiles en el Sur y en la capital de Líbano, Beirut, bombardeada de manera inmisericorde. Por cierto, Francia se ha volcado en pedir un alto el fuego en su antigua colonia libanesa, mientras ha callado sobre cuanto acontecía en Gaza y Cisjordania.
Según se baraja en círculos de iranistas y otros especialistas en la región del Medio Oriente, Israel presentaría una evidente vulnerabilidad de su arsenal atómico, presumiblemente almacenado en el desierto del Neguev, no distante de las fronteras de los países vecinos y hoy al alcance de la cohetería iraní… a no ser que tal arsenal se encuentre depositado fuera de los límites del país judío.
Como colofón de tan enrevesada encrucijada geopolítica, a Rusia y a China podría interesarles ver a Estados Unidos embarrado y arrastrado por Nethanyahu en una nueva guerra en el Medio Oriente, para que Washington se olvide de su designio hegemonista sobre el Indo-Pacífico y deje de incitar a una y otra grandes potencias con el contencioso chino con Taiwan y con la guerra de la OTAN en Ucrania, respectivamente.
Todas las miradas comienzan a virar hacia la Casa Blanca, que cambiará su inquilinato en noviembre-enero, pero que, con la inestimable ayuda de Benjamín Nethanyahu -y de no mediar un milagro- situará otra vez a Donald Trump al frente de los destinos de la más grande y desnortada superpotencia.