Indignación familiar en el entierro del preso hallado muerto en Alcalá Meco mientras guardan silencio el ministro Marlaska, su jefe de Prisiones Ortiz y el ‘alcaide’ Pepe Comerón

10 de enero de 2025
3 minutos de lectura
Manifestación
Juan Antonio Aparicio, a la izquierda de la imagen, durante una manifestación junto a dos amigos. / FI

Parientes y amigos del interno, doloridos por la desatención médica, llegaron a idear irrumpir por la fuerza en Meco y exigir responsabilidades

El cadáver del interno de Alcalá Meco Juan Antonio Aparicio Gómez, hallado muerto en su celda del módulo 12 tras haber estado dos días diciendo a los funcionarios que se encontraba muy mal y rogando, sin éxito, que le llevaran a un hospital, fue inhumado a las 10 de la mañana de ayer en el cementerio Jardín de Alcalá de Henares en medio de una fuerte indignación familiar por las circunstancias de su óbito.

Mientras, tanto el secretario general de Prisiones, Ángel Luis Ortiz, juez en excedencia, y el ministro del Interior, Fernando Grande Marlaska, un juez metido a la política, primero bajo las siglas del PP y ahora bajo las del PSOE, guardan silencio.

Marlaska y Ortiz han cumplido al pie de la letra, en cambio, la orden del presidente Pedro Sánchez de llevar a cárceles del País Vasco a peligrosísimos etarras con la finalidad de que allí les vayan liberando paulatinamente. Como está sucediendo.

La gestión de las cárceles de esa comunidad la transfirió Sánchez al País Vasco para poder seguir en el sillón presidencial, tal como le exigían los partidos nacionalistas a cambio de sus votos en el Parlamento. En esta tarea, tanto Marlaska como Ortiz han sido, en cambio, muy diligentes.

El silencio que guardan ante esta muerte revela, sin embargo, que no parece importarles demasiado lo ocurrido. Lo ven como una muerte más, puesto que no han tomado ninguna medida contra los responsables del trato inhumano recibido por este interno.

Tampoco se han disculpado ante la familia, que sigue bloqueada y encorajinada por el desdén mostrado hacia el interno por los responsables del penal.

Caso omiso a las súplicas

Cuando supieron que había muerto en la celda («solo y enfermo, como si fuera un perro»), que su cadáver seguía dentro de la cárcel y que los directivos de esta habían hecho caso omiso a las peticiones del interno para ser llevado a un hospital, la ira se apoderó de algunos familiares, que llegaron a plantearse formar un convoy y entrar en el recinto por la fuerza para llevarse el cuerpo.

Y, además, pedir in situ explicaciones al director, Pepe Comerón, por el inhumano trato que se le había dispensado.

Finalmente, los familiares, conocidos y respetados en Alcalá de Henares, el padre trabaja para el Ayuntamiento de la ciudad, se contuvieron y esperaron la llegada del cuerpo desde la cárcel y el asunto no llegó a mayores. Pero no faltaron los comentarios de «no hay derecho a esto».

Juan Antonio Aparicio, de unos 45 años y que deja a una hija menor de edad, fue velado en la sala 6 del citado cementerio. Fueron numerosos los familiares y amigos que se dieron cita en el camposanto para expresarle su últimos adiós.

Al enterarse por este periódico de las circunstancias de la muerte de Juan Antonio algunos abogados se han interesado por el caso, que consideran un crimen.

La prisión está obligada a velar por la salud y la vida de los internos, y no debe escatimar esfuerzos, por mucho que los afectados estén privados de libertad, en procurársela. No hacerlo es un delito de denegación y auxilio sanitario. Es un derecho fundamental inherente a todo ser humano.

Su muerte también ha desatado la indignación entre sus compañeros de la prisión de Alcalá Meco, que vieron cómo Aparicio, balbuceante, pedía una y otra vez que le llevaran al hospital sin que esta moviera un dedo para hacerlo.

La cárcel que todavía dirige Pepe Comerón, a quien hace meses se le fugó por la puerta principal El Pastillas y no hace mucho se le suicidó un enfermero del centro que dejó una carta póstuma tildando a Comerón de «machista», suele ser muy reacia a llevar a los internos a los hospitales. Y esto le va a costar un disgusto con los jueces a sus responsables.

El recluso Juan Antonio Flores, el interno diabético que a finales del pasado octubre decidió no volver temporalmente a la prisión de Navalcarnero, va a interponer una querella contra Comerón y otros directivos carcelarios por desatención médica.

Tiene acumuladas una veintena de citas del hospital Príncipe de Asturias de Alcalá de Henares a las que no acudió porque ni Comerón ni sus subordinados quisieron llevarle.

Y eso que Flores sufre cuatro patologías graves y muy graves, entre ellas, diabetes tipo 1, que requieren exploraciones médicas periódicas. Estas patologías le han sobrevenido estando en la cárcel fruto de desatención médica.

Los médicos del hospital lo citaban y Comerón, o sus subordinados, pasaban de llevarle a las consultas hospitalarias ante el asombro de los especialistas, que le citaban una y otra vez sin que el interno acudiera. Y no por su voluntad.

Por eso, entre otros motivos, está huido en este momento el interno Juan Antonio Flores, que se ha convertido entre los internos en símbolo de rebeldía y reivindicación del derecho que tiene todo interno a que se le ofrezca una atención sanitaria similar a la que se da fuera de los muros de las prisiones.

Pero su voz desde fuera de los muros está siendo muy ruidosa y Marlaska no deja de enviarle a la policía para capturarle, pese a que Flores es un padre de familia con cuatro hijos que solo desea terminar de cumplir los dos años de condena que le quedan, fruto de un delito económico, y rehacer su vida.

8 Comments

  1. El mundo de los carceleros es muy oscuro y se infringen derechos humanos. morir solo en una celda pidiendo atención médica y que no lo lleven al hospital es para meterlos a ellos en la cárcel.

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