Kissinger, el ‘cocinero’ de la política de paz en la Guerra Fría

30 de noviembre de 2023
4 minutos de lectura
El ex secretario de Estado de EEUU, Henry Kissinger / Europa Press

La figura clave en la diplomacia internacional deja un legado tras su muerte

Henry Kissinger, conocido como el gran Maquiavelo de la política internacional del siglo XX, ha fallecido este miércoles en su residencia de Kent, Connecticut.

El pasado mes de mayo, el exsecretario de Estado de EE. UU., que cumplió cien años, seguía activo en asuntos internacionales. En julio, visitó China, donde hace medio siglo logró un gran éxito al establecer relaciones diplomáticas entre EE. UU. y el gigante asiático.

Su legado es inmenso y sin igual en los grandes asuntos internacionales del siglo XX: escapó de la Alemania nazi siendo un adolescente judío, participó en la Segunda Guerra Mundial, negoció la paz en Vietnam, estabilizó las relaciones entre Israel y sus vecinos árabes tras la guerra de 1973 y promovió la ‘détente’ con la Unión Soviética. Admirado y cuestionado, influyó enormemente en todo el mundo, desde Chile hasta Pakistán.

Kissinger deja un legado como hombre de Estado inigualable para algunos y como presunto criminal de guerra para otros. Sin duda, nadie marcó más que él la política internacional en la historia moderna, para bien o para mal. Los líderes siempre buscaron su consejo: asesoró a doce presidentes, desde John Fitzgerald Kennedy hasta Joe Biden, se relacionó con todos los líderes de China, desde Mao Zedong hasta Xi Jinping, y, tras dejar el Gobierno, recibió cuantiosos honorarios como consultor.

Kissinger, representante de Estados Unidos en la Guerra Fría

Henry ha sido la figura más destacada de la política internacional de Estados Unidos durante la “era de la contención” de la Guerra Fría. En esta etapa, combinó una diplomacia pública para normalizar relaciones con países comunistas, particularmente China y Rusia, junto con una política secreta que apoyó a atroces dictaduras en América Latina (como Chile y Argentina) y en el sur de Asia, lideradas por el genocidio en Pakistán.

Los documentos oficiales recopilados por organizaciones no gubernamentales, como el Archivo Nacional de Seguridad de la Universidad de Washington, revelan el papel de Kissinger en campañas secretas de bombardeos en Camboya, participación en espionaje ilegal bajo el mandato del presidente Richard Nixon, y su complicidad en el derrocamiento del gobierno del socialista Salvador Allende en Chile, así como con el dictador argentino Rafael Videla.

La “realpolitik”

Durante su mandato como secretario de Estado o asesor de Seguridad Nacional de 1969 a 1977, Kissinger personificó el espíritu de la “realpolitik” entre diplomáticos estadounidenses, colocando la comprensión de lo que él percibía como “realidades ineludibles” por encima del respeto a los Derechos Humanos y al Estado de derecho.

Uno de los ejemplos más notables es el memorándum escrito por Kissinger el 5 de noviembre de 1970 sobre Chile: “La elección de Allende como presidente representa uno de los desafíos más serios que hemos enfrentado en este hemisferio”, expresó, refiriéndose a Allende como un líder cuyos objetivos incluían el establecimiento de un Estado socialista y marxista y el desarrollo de vínculos con Cuba, la Unión Soviética y otros países socialistas.

Su polémica toma de decisiones durante la Guerra Fría

Kissinger, aunque reconoció la legitimidad democrática del gobierno de Allende, aconsejó al presidente Nixon que se opusiera a Allende de manera enérgica, pero aparentando que Estados Unidos estaba reaccionando a las decisiones del presidente chileno.

Los documentos oficiales también evidencian el conocimiento y la tolerancia de Kissinger hacia la Operación Cóndor, una campaña de represión política y terrorismo de Estado liderada por dictadores latinoamericanos en la década de 1970. En agosto de 1976, informaron a Kissinger sobre esta operación, pero él instruyó a no intervenir. Cinco días después, agentes del dictador chileno Augusto Pinochet asesinaron en Washington D.C. al exembajador chileno y opositor Orlando Letelier mediante un coche bomba.

Kissinger extendió su silencio cómplice ante la campaña de exterminio liderada por el dictador militar paquistaní Yayha Jan contra la población bengalí en 1971, donde se estima que murieron tres millones de personas y entre 200.000 y 400.000 mujeres fueron violadas sistemáticamente. El cónsul general en Pakistán, Archer Blood, instó a la Casa Blanca a denunciar estos actos como “genocidio”, pero Nixon y Kissinger hicieron caso omiso. El presidente elogió al general paquistaní como un “buen amigo” y comprendió “la angustia de las decisiones que tenía que tomar”.

Una política realista

Los defensores de Kissinger argumentan que sus enseñanzas sobre las relaciones entre grandes potencias siguen siendo relevantes hoy en día. Destacan su éxito en las negociaciones de alto nivel con la Unión Soviética, representado en el Acta Final de Helsinki de 1975, un acuerdo entre 35 países que abordó diversos aspectos, desde el control de armas hasta los principios de territorialidad. Este acercamiento bilateral declinó a principios de los 80.

Kissinger recibió el Premio Nobel de la Paz dos años antes por su contribución a las negociaciones para poner fin a la guerra de Vietnam. Sin embargo, expertos como Stephen Kinzer señalan la división de opiniones sobre este galardón. Algunos lo admiran por buscar una “paz con honor”, mientras que otros creen que prolongó la guerra al conformarse con un acuerdo en 1973 que podría haberse logrado cuatro años antes.

Kinzer destaca la incapacidad de Kissinger para aplicar sus habilidades de negociación a los países satélite y su falta de reconocimiento hacia los movimientos internacionales de protesta, los cuales consideraba una amenaza para la estabilidad global. Esta postura fue ilustrada por Gabriel García Márquez al citar a Kissinger diciendo: “‘Ni me interesa ni sé nada del sur del mundo desde los Pirineos hacia abajo'”, reflejando una idea similar que Kissinger expresó a diplomáticos chilenos: “Nada bueno viene del sur. El eje de la historia comienza en Moscú, pasa por Bonn, atraviesa Washington y termina en Tokio. Lo que sucede en el sur no tiene ninguna importancia”.

La consultora de Henry Kissinger, Kissinger Associates, ha anunciado que el funeral será un “servicio familiar privado” y ha indicado que habrá una conmemoración posterior en la ciudad de Nueva York, según un comunicado divulgado por CNN.

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