Hoy: 30 de octubre de 2024
La memoria es un buen antídoto contra el silencio. La forma suprema del silencio es el secreto. Cuando la memoria informada horada los muros del secreto, surge a la luz aquello que había permanecido oculto. Los Estados suelen ser grandes especialistas en la ocultación. Recurren a ella cuando, por mor de una razón denominada de Estado, vulneran las leyes que dicen proteger y mancillan la moral que predican de sí mismos. Delitos, maldades, errores o faltas, que flotaban silenciosos por el éter de la irresponsabilidad estatal, cuando son desvelados afloran con fuerza. Es el momento, entonces, de restañar las heridas que causó aquel silencio.
Tenemos dos clases de memoria. La histórica y la reciente, ambas escondidas bajo el pretexto de intereses de poder semejantes. La primera, la memoria histórica, se ha propuesto proyectar luz sobre un pasado tan terrible como doloroso centrado en los efectos represivos de una posguerra atroz como la vivida por la mitad de los españoles y españolas. Pese a todos los obstáculos que se alzaban y aún se alzan para su desvelamiento completo, ha recibido atención estatal mediante leyes peleadas con evidente éxito. Y ello ha sido así gracias a la tesonera y machacona voluntad de individuos y colectivos que han antepuesto la dignidad de las víctimas de la represión y la necesaria transparencia de la historia como maestra de la vida a cualquier otra consideración.
Mas hay otra memoria más cercana, que tampoco puede ni debe olvidarse. Resulta muy dolorosa porque la ocultación de hechos estatales delictivos se ha producido no bajo una dictadura, como fue el caso que concierne a la memoria histórica bajo el franquismo, sino más bien al amparo de una democracia como la que vivimos. Concretamente, el seguimiento, acoso y marcaje extrajudicial desplegado en 2015 por los aparatos de Estado contra 69 diputados de la entonces flamante formación política Podemos, elegidos democráticamente, ha de ser y es un hecho de enorme gravedad.
Para los desmemoriados hay que recordarles que un hecho de menor amplitud pero de igual gravedad, el descubrimiento entre 1998 del 1 espionaje o interceptación telefónica de la sede alavesa de Herri Batasuna, partido legal entonces, precipitó la caída en desgracia, la comparecencia ante la Justicia y la condena a tres años de prisión -con posterior absolución- del teniente general Emilio Alonso Manglano, hasta tres años antes director del CESID, principal servicio secreto. Otro espionaje telefónico sobre periodistas, políticos e, incluso, sobre el Rey, había causado en 1995 la dimisión del ministro socialista de Defensa, Julián García Vargas. Manglano era uno de los militares más próximos al Rey Juan Carlos, a cuya boda en Atenas, siendo aún Príncipe de España, se dice que fue el único profesional de las armas que asistió de uniforme. Había colocado al CESID en el mapa de los mejores servicios de Inteligencia europeos. Aún así, el error de quienes pinchaban teléfonos y correspondencia de la organización vasca al dejarse en el piso superior al de la sede batasuna pruebas irrefutables de su delito, arrastró a Manglano en su caída hasta los juzgados.
Hoy se descubren probadamente los detalles del seguimiento masivo contra la formación morada. Con instrucciones políticas detalladas para encontrar cualquier resquicio en la conducta de los diputados por donde emprender las primeras fases de los linchamientos que hemos visto luego, los responsables de Interior del Partido Popular del Gobierno de Mariano Rajoy procedieron con total impunidad. Y, hasta el momento, no ha pasado casi nada. ¿Habrá algún juez, de esos tan pundonorosos que actúan sin siquiera indicios, que se atreva a procesar a quienes se atrevieron a hostigar de manera ilegal a 69 representantes del pueblo español elegidos democráticamente en las urnas?
Como cabe ver, el linchamiento mediático-judicial posterior contra Podemos se vio precedido por aquel infame e ilegal rastreo, sembrando en el seno del Estado una incertidumbre y una desconfianza tóxicas respecto de aquella formación política emergente, que había tomado expresión tras el proceloso movimiento de masas denominado 15-M.
Empero, las responsabilidades políticas de los aciertos y errores políticos de los y las dirigentes de Podemos a ellos pertenecen, pero conviene recordar quién, cómo y porqué a su alrededor se creó desde su inicio mismo en la arena estatal en 2014 un clima de adversidad que contribuyó sobremanera a desnortar algunas trayectorias y decisiones posteriores y a 2 crear en torno suyo una desconfianza estatal repicada por determinados vectores mediáticos y judiciales -no prosperó ninguno de los encausamientos acometidos- embarcados en similares tareas de acoso y derribo.
La Policía no está para perseguir a los representantes del pueblo, sino para garantizar que todos los ciudadanos -y sus representantes- defiendan y ejerzan libremente sus derechos, deberes y libertades.
Hechos como los recientemente denunciados ponen de relieve que, en España, hasta anteayer mismo, hay fuerzas antidemocráticas demasiado poderosas como para perforar los cimientos de un sistema de convivencia del cual nos dotamos por consenso a partir de la Constitución de 1978.
Podemos ha sido un movimiento sociopolítico en el que anidaba un propósito propio de renovación del sistema. Algunos de sus dirigentes se habían formado en la arena política hispanoamericana, como visitantes o asesores de políticos continentales, Perú, Argentina, Chile o Venezuela, entre otros Estados. Comoquiera que concretamente en Venezuela, Hugo Chávez acabó con un sistema bipartidista que hacía agua por doquier, los muñidores ocultos de la política española, algunos de ellos transatlánticos, decidieron asumir “horrorizados” que Podemos haría lo mismo en nuestros lares. Fue entonces cuando toda la artillería judicial, mediática, policial y política, continental y transatlántica, enfiló sus cañones contra la formación y los dirigentes morados.
Pese a todo ello, consiguieron acreditarse en el Parlamento y llegar por sus votos al Gobierno de coalición encabezado por Pedro Sánchez, al cual aportaron ideas y decisiones nuevas que equilibraron la posición global de la izquierda española frente a la irresponsable incompetencia de muchos dirigentes de la derecha, carentes de cualquier asomo de talento político y de ética, como lo prueban los centenares de casos de corrupción con importantes políticos derechistas juzgados y condenados, algunos en prisión como Rodrigo Rato y Luis Bárcenas, entre muchos otros.
A cualquier forense o psicólogo experto en el estudio de los efectos de los linchamientos sobre quienes los sobreviven, ha de resultarle evidente que las heridas psíquicas sufridas por los linchados apenas encuentran cura. A nadie debería agradar que una fuerza política joven y emergente, con un programa propio y con ganas de hacer política, sea hostigada con tan malas artes como las empleadas contra Podemos. Y ello 3 independientemente de que las recetas políticas propuestas o actitudes personales de algunos de sus líderes gusten o no. Las victorias políticas, para ser justas, se logran argumentándolas con hechos mejores que los criticados, no a base de linchamientos, seguimientos y acosos mediáticos, judiciales o policiales.
Sea pues bienvenida la revelación, aunque tardía, de estos lamentables y muy graves hechos, que nos permite despejar el silencio y recobrar la memoria de un pasado muy reciente, cuyas vicisitudes políticas hallan aquí buena parte de su explicación. Más vale tarde….