Ella era feliz… el exterminio de la virtud a manos del coronel psicópata narcisista

12 de noviembre de 2025
3 minutos de lectura
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«El que oprime al pobre ofende a su Creador; el que tiene misericordia del necesitado lo honra.» – Proverbios 14:31

El relato de esta profesional, cuya identidad se protege, es el eco amargo de una realidad laboral inaceptable. Una persona contenta y virtuosa se incorpora a un nuevo entorno de trabajo que, en pocos meses, le borra la sonrisa y le anula la voluntad. El caso de «ella que era feliz» no es una anécdota aislada; es la radiografía de un clima laboral tóxico donde el control se ejerce a través del miedo, una herramienta predilecta del psicópata narcisista. La sobajaron, la entristecieron, la irrespetaron y la sometieron hasta forzar una renuncia injusta bajo amenazas.

1. La patología precoz: semillas de maldad y destrucción calculada

La personalidad del coronel jefe no surgió de un día para otro, sino que se forjó desde una infancia psicopática marcada por la crueldad. Su sendero de depredación adulta fue presagiado por actos de sadismo infantil, como matar animales por placer y robar por envidia, sentando las bases de su falta total de empatía.

Ya en la gerencia, este individuo no es solo rudo, sino patológicamente destructivo. Su tiranía se ejerce con una violencia calculada: sus estallidos de furia no son una pérdida de control, sino una demostración premeditada de poder que intimida y somete. Mientras la víctima es acorralada, la cínica declaración de sus agresores lo confirma: «aquí no tenemos ni certeza ni pruebas de lo que te acusan, pero nosotros somos los que mandamos y los únicos autorizados para hacer y ejercer corrupción».

2. Coroneles y cruces: el cinismo de la apariencia y el fraude total

El problema es la hipocresía y la ilegitimidad. Este coronel no representa la disciplina y el honor militar, sino la manifestación de una profunda psicopatía narcisista que utiliza la autoridad para encubrir su criminalidad.

Su poder es una impostura total y fraudulenta:

  • Condecoraciones compradas: Posee medallas y distinciones que nunca ganó en combate o batalla. Fueron obtenidas no solo por «relaciones turbias», sino directamente compradas por fraude monetario, invalidando su honor.
  • Títulos robados: Se le conoce como el «doctor fraude». Es un analfabeto espiritual e intelectual que obtuvo sus títulos universitarios de manera fraudulenta, robando y plagiando tesis.
  • Fe hipócrita: Mantiene una fachada social asistiendo a misa y comulgando, un acto de soberbia y burla para quienes conocen su vida adúltera, promisucua y llena de oscuridad.

El cinismo de utilizar símbolos de fe y honor (que incluso se compran) para encubrir la corrupción es elocuente. El poeta italiano Ugo Foscolo (1778–1827) ya criticaba esta inversión de valores en su tiempo:

«En tiempos de bárbaras naciones, colgaban de las cruces a los ladrones, ahora en tiempos de las luces del pecho de los ladrones cuelgan las cruces.»
– Ugo Foscolo

Los símbolos de estatus y prestigio sirven hoy para blindar la impunidad del verdadero criminal, cuyo cargo como Capo di tutti capi destruye la empresa, pues cuando un psicópata gerencia, la quiebra y la corrupción son inevitables.

3. La maquinaria de corrupción y la muerte moral del lacayo

El modus operandi de este depredador es un esquema de desfalco total, aprovechándose de los recursos de la empresa para acumular fortunas.
Su táctica de corrupción más insidiosa es el reclutamiento de «monos voladores»: vende los puestos de la empresa a personas no calificadas, a quienes manipula para que le rindan pleitesía. Estos lacayos, o «lame suelas», son cómplices con una autoestima muy baja que ejecutan sus vilezas (chantaje, infiltración, humillación) sin ética ni reparos.

Esta dinámica genera una terrible baja autoestima y un alma leprosa en los lacayos. Estos cómplices con moralidad de bota ancha persiguen a la gente virtuosa para tapar sus propias excretas, operando bajo la envidia luciférica de su jefe, que le impide aceptar que alguien pueda ser superior a él.

Conclusión: el idiota moral y el juicio ineludible

El coronel psicópata narcisista es, en esencia, un idiota moral. Posee una conciencia cognitiva (conoce las leyes) pero carece de la conciencia moral (capacidad de empatizar y sentir remordimiento). Esta combinación, que incluye rasgos de la tríada oscura (narcisismo, psicopatía y maquiavelismo) y que incluso se rumorea sobre un pacto con la oscuridad, lo convierte en un ser completamente desconectado de la ética y la ley de Dios.

«Ella era feliz», y su desgracia fue cruzarse con el coronel psicópata narcisista y su séquito de esclavos que apagaron su sonrisa. Este relato es un llamado urgente a la conciencia social y legal. Es imperativo que la sociedad reconozca al psicópata en el trabajo como un factor de riesgo psicosocial que destruye vidas. La justicia, en última instancia, no será la que esquiva este coronel, sino la que emana de un poder superior que no puede ser burlado.

«No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará.» – Gálatas 6:7.

Dr. Crisanto Gregorio León, Profesor Universitario / Abogado / Periodista / Psicólogo / Escritor.

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