Los intereses inconfesables que se protegen son los de las clínicas, en componendas teatrales con los dirigentes sindicales que, disfrazados de defensores de sus afiliados, solo cuidan las comisiones que podrían dejar de obtener si no salen bien parados ante los desmanes de las clínicas y de médicos mercenarios y mercaderes de la salud. Por ello, se hacen los mudos, los sordos y los ciegos, aun cuando saben y tienen conocimiento de actos violatorios de la ética médica y corporativa. Organizaciones que, constituyéndose como entes privados dispensadores de salud, se asocian para componendas ilegales. Los sindicatos, por su parte, ponen el condimento, capturando la voluntad de los afiliados para cotizar un seguro médico que, a la hora de hacerse efectivo, muestra su cara ineficiente, grotesca y depravada. Es un escenario donde la pregunta «¿Qué hay de lo mío?» de uno o de pocos está por encima de los intereses de todos, invirtiendo su carácter social.
Se ha puesto usted a pensar de qué manera el líder de su sindicato puede ostentar tanta riqueza y tanta opulencia, y de dónde obtuvo el dinero para ser propietario de vehículos de lujo, que no podría comprar con sus ingresos ordinarios. Una simple ecuación determinaría que el chorro de billetes viene de otro lado, una clara respuesta a la pregunta «¿Qué hay de lo mío?». Muchos aún siguen engañados, bajo la falsa apariencia de quienes se nos presentan como defensores de los derechos de sus afiliados, cuando en realidad se burlan de ellos, utilizándolos como la llave que les abrirá el botín del tesoro que han encontrado en una asociación estratégica y delictiva con una clínica privada.
¿Cuántos dirigentes sindicales le han dicho en asamblea a sus afiliados que aquella furgoneta y aquel apartamento se los compró con las comisiones que obtuvo de la clínica tal o cual y de cuya inscripción y escogencia de su seguro médico fueron convencidos engañando su credulidad? La finalidad última no es precisamente su salud, sino la ganancia que obtiene u obtendrá el secretario general de tal o cual sindicato, el verdadero objeto del «¿Qué hay de lo mío?» gremial.
¿Sabía usted que muchos de estos seudodirigentes tienen dos números de teléfono móvil, uno que suministran a sus seguidores para que los llamen cuando los necesitan y que mantienen el mayor tiempo posible apagado, y otro que es de directa comunicación con sus cómplices de negocios en detrimento de los derechos que se comprometieron a defender y garantizar? Derechos que solo defienden «virtualmente», mientras realmente se mantienen cocinando sus componendas para garantizar su cuota del «¿Qué hay de lo mío?», y después se atreven a criticar la falta de responsabilidad de tal o cual patrono.
¡Qué decepción tan amarga! Acudir ante el sindicato que debería defender a su afiliado y lo que obtiene es un silencio cómplice y una compostura desconcertante, que más que oír, pareciera sentirse incómodo ante la osadía de su afiliado de denunciar los atropellos y la mediocridad de esas clínicas que se dicen de cinco estrellas, mientras los pacientes quedan estrellados.
En lo que se refiere a los asuntos que revelan los oscuros mecanismos de las clínicas que así proceden, esta es una de las tantas variantes que se desprenden y que en este caso atañen a los arreglos inmorales con sindicatos y seudodirigentes, cuyo único motor es el «¿Qué hay de lo mío?». Situaciones como estas han hecho perder credibilidad a los dirigentes sindicales y a la acción desplegada por ellos, despojando a los trabajadores de la figura que a través del tiempo se perfiló como la más idónea para reivindicar derechos laborales. Por eso, manejarse de este modo le quita validez y eficacia a los sindicatos. Por eso, hay que hablar al respecto…
«El vicio inherente al capitalismo es el reparto desigual de bienes; la virtud inherente al socialismo es el reparto equitativo de miseria.» — Winston Churchill
Dr. Crisanto Gregorio León, psicólogo, ex sacerdote, profesor universitario