Hoy: 23 de noviembre de 2024
Mira por dónde, ha sido Pedro Sánchez quien ha oficializado unas elecciones municipales y autonómicas parciales en un ballotage, es decir, en la primera vuelta de las elecciones generales al convocarlas ipso facto, de la noche a la mañana, nunca mejor dicho, al disolver las Cortes y convocarlas para el 23 de julio próximo.
El presidente de Gobierno se creía este lunes 29, muy temprano, que daría un golpe sobre la mesa de la comisión ejecutiva del PSOE y podría, por ejemplo, seguir gobernando en solitario, sin Unidas Podemos, hasta diciembre, hasta las elecciones generales. Seguiría adelante, se pensaba, con un plan para recuperar al PSOE, sacar dividendos de la alianza entre el PP y Vox en las principales comunidades autónomas y ayuntamientos que requerirán el pacto entre ambos partidos, terminar de sacar adelante leyes como la de la vivienda y cabalgar sobre la presidencia de la Unión Europea.
En cambio, fiel a su estilo bonapartista ha dado un último aldabonazo mediante una apelación directa, solo ante el peligro, a lo que la izquierda francesa llama el pueblo de izquierda (le peuple de gauche) para frenar la marea de la derecha y la ultraderecha que comenzó con el gobierno de coalición entre PP y Vox en Castilla y León en marzo pasado y que continuará tras la victoria de dichas fuerzas en los comicios del domingo 28.
Al asumir la responsabilidad personal por la derrota y exonerar a los líderes autonómicos que perderán poder, Sánchez ha asumido públicamente algo que en privado La Moncloa no dejaba de reconocer.
Hace apenas mes y medio una persona del primer círculo del presidente me dijo en La Moncloa: “Nosotros no podemos hacer nada más. Ayudaremos, desde luego, a que Sumar y Podemos se unan. Pero en lo que a nosotros mismos respecta, nada más. Se ha instalado la idea de que Pedro Sánchez se levanta todas las mañanas, se mira al espejo y se dice ‘que puedo hacer para destruir a España todavía un poco más’. Y esto no es un problema de falta de empatía del presidente”.
Sánchez ha optado, así pues, al todo o nada y ahora mismo, en caliente, en medio de las negociaciones entre el PP y Vox para concretar sus victorias del 28-M.
En 2011 José Luis Rodríguez Zapatero —que había obtenido 11.289.335 votos en 2008— anticipó aquel verano las elecciones al 20 de noviembre cuando podía gobernar hasta marzo de 2012. En esas fechas escribí que el presidente prefería convocar elecciones también por el temor al rescate de la economía española: “Dios nos pille convocados”.
Rodríguez Zapatero había anunciado meses antes, en abril, que ya no sería el candidato del PSOE, abriendo la sucesión.
El 20-N castigó al PSOE —Mariano Rajoy consiguió 10.866.566 votos, 423.000 menos que Rodríguez Zapatero en 2008, por su gestión de la gran recesión europea e internacional-programa de ajuste y recortes sociales mediante—, pero también por haber tirado la toalla.
La candidatura del entonces secretario general del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba, fue un fiasco: 7.003.511 votos. Se perdieron 4,2 millones.
Los resultados del próximo 23 de julio, con un partido Socialista en estado de shock por los resultados de este 28-M, dirán si este “último aldabonazo” de Pedro Sánchez en lugar de movilizar a un presunto “pueblo de izquierda” se parece más a aquel del líder del Partido del Pueblo Cubano, Eduardo Chibás.
En medio de su popular programa, en la radio nacional, apoyó el cañón de su revolver sobre el vientre y apretó el gatillo, después de anunciar que los cubanos debían despertar ante la corrupción del gobierno. “Pueblo de Cuba, este es el último aldabonazo”.
Era el 5 de agosto de 1951 y faltaban unos meses para las elecciones presidenciales que enfrentarían a Chibás con el presidente saliente Carlos Prío Socarrás, del partido Revolucionario Cubano Auténtico. Chibás murió once días después de dispararse en la radio.
La dramática interpretación de los resultados de este 28-M hecha por Pedro Sánchez tampoco parece justificar la precipitada —aunque probablemente meditada— convocatoria electoral. Incluso en una traslación de los mismos a las generales Alberto Núñez Feijóo obtendría la victoria sin tener asegurada la presidencia del gobierno.
La apelación bonapartista a la movilización del inexistente como tal `pueblo de izquierda´, evoca a su vez al dramatismo de la dimisión de Pablo Iglesias a la vicepresidencia del gobierno de coalición en mayo de 2021 para hacerse cargo de la candidatura de Podemos-IU a la presidencia la Comunidad de Madrid y movilizar así al electorado. Probablemente consiguió asegurar la entrada de Podemos-IU en la asamblea regional —al que las encuestas daban fuera—, pero dos años después se ha quedado fuera.
Hay otra dimensión, por así decir, privada, o personal en esta convocatoria. Es la también expresión francesa: le dernier combat o el último combate de Pedro Sánchez, una expresión que reflejaría su agotamiento personal.