El revisionismo (II)

4 de enero de 2025
7 minutos de lectura
La declaración de Reconocimiento y Reparación a la familia de Salvador Puig Antich, en la sede del Ministerio, a 16 de octubre de 2024 memoria revisionismo
La declaración de Reconocimiento y Reparación a la familia de Salvador Puig Antich, en la sede del Ministerio, a 16 de octubre de 2024 | EP

La Transición: un legado en disputa, el revisionismo y la delicada memoria histórica

Escribí recientemente un artículo, de igual título que el presente, impregnado de un profundo anhelo por la libertad y la democracia, nos transporta a aquellos años convulsos de la Transición Española. Un periodo en el que, tras décadas de dictadura, España se abría paso con esperanza hacia un futuro incierto, pero cargado de posibilidades. La evocación de aquellos tiempos, de los anhelos de libertad, de la lucha por la democracia y de la construcción de un nuevo país, resuena con fuerza en el discurso que se me presenta.

Sin embargo, el paso del tiempo y la evolución del panorama político han puesto en tela de juicio la solidez de aquel proceso. La Transición, antaño considerada un modelo de consenso y reconciliación, se encuentra hoy sometida a un intenso escrutinio, a una revisión crítica que en ocasiones se torna en un revisionismo interesado que amenaza con distorsionar la memoria histórica y socavar los cimientos de nuestra convivencia.

Es innegable que la Transición fue un proceso complejo, con luces y sombras. Se lograron avances significativos en la conquista de libertades y derechos, se instauró un sistema democrático y se abrió el camino para la integración de España en Europa. Pero también es cierto que se cometieron errores, que quedaron heridas sin cerrar y que la justicia, en muchos casos, no llegó a alcanzar a los responsables de los crímenes del franquismo.

El debate sobre la Transición, sobre su legado y sus limitaciones, es legítimo y necesario. Es preciso analizar con rigor histórico y espíritu crítico aquel periodo, reconociendo sus logros, pero también sus deficiencias. Sin embargo, el revisionismo que estamos presenciando en los últimos años va más allá de una legítima crítica o un análisis riguroso del pasado. Se trata de una estrategia política que busca deslegitimar la Transición, presentándola como un pacto de élites que perpetuó estructuras de poder del antiguo régimen y que traicionó los ideales de libertad y justicia.

La instrumentalización del pasado: un arma de doble filo

El revisionismo histórico no es un fenómeno nuevo. A lo largo de la historia, los distintos poderes han utilizado la interpretación del pasado para legitimar sus acciones en el presente. En el caso de la Transición Española, el revisionismo busca erosionar la confianza en la democracia, presentándola como un sistema fallido e incapaz de resolver los problemas de los ciudadanos.

Esta estrategia se basa en la desmemoria y la manipulación. Se construye un relato simplista y maniqueo que divide a los españoles entre “buenos” y “malos”, entre los “héroes” de la dictadura y los “villanos” de la democracia. Se olvida que la Transición fue un proceso de consenso, en el que participaron actores de diferentes ideologías con el objetivo común de construir un futuro mejor para España. Se ignora el contexto histórico, las tensiones y los riesgos que se vivieron en aquellos años. Se minimizan los logros alcanzados, como la consolidación de la democracia, la recuperación de las libertades y la integración en Europa.

El revisionismo también se nutre de la polarización política. En un contexto de creciente crispación y enfrentamiento, se utiliza la historia como arma arrojadiza contra el adversario. Se recurre a la descalificación, la insidia y la mentira para desprestigiar al contrario y ganar rédito electoral. Se simplifican los hechos, se sacan de contexto y se tergiversan para adaptarlos a los intereses partidistas.

El revisionismo desde la izquierda: los guardianes de la pureza democrática

Pero el revisionismo no es exclusivo de la derecha. También desde la izquierda se cuestiona la Transición, acusándola de haber sido un proceso incompleto que no rompió con el franquismo y que perpetuó estructuras de poder del antiguo régimen. Desde esta perspectiva, se critica a los líderes de la izquierda que participaron en la Transición, acusándolos de “entreguismo” y de haber renunciado a sus ideales para alcanzar el poder.
Este revisionismo de izquierda se presenta como el auténtico defensor de los valores democráticos, como el guardián de la pureza ideológica. Se erige en juez y parte, condenando a quienes, desde la izquierda, apostaron por el diálogo y el consenso para construir una democracia en España. Se ignora el contexto histórico, las dificultades y los riesgos que se vivieron en aquellos años. Se olvida que la Transición fue un proceso de negociación y compromiso, en el que todas las partes tuvieron que ceder para alcanzar un acuerdo.
Este discurso revisionista de izquierda es peligroso porque alimenta la polarización y la división. Crea una falsa dicotomía entre la “izquierda auténtica” y la “izquierda traidora”, deslegitimando a quienes no comparten su visión del pasado. Además, ignora los logros alcanzados durante la Transición, como la consolidación de la democracia, la recuperación de las libertades y la integración en Europa.

El peligro del relativismo moral: cuando la verdad se desdibuja

Uno de los aspectos más preocupantes del revisionismo histórico, tanto de derecha como de izquierda, es su tendencia al relativismo moral. Se equiparan los crímenes del franquismo con los errores de la democracia, se justifican las violaciones de derechos humanos y se blanquea la figura del dictador. Se intenta crear una falsa equivalencia entre víctimas y victimarios, presentando a los represaliados por el franquismo como responsables de su propia desgracia.

Este relativismo moral es un peligroso caldo de cultivo para el auge de los extremismos. Cuando se diluye la frontera entre el bien y el mal, cuando se relativizan los valores democráticos, se abre la puerta a la intolerancia, el autoritarismo y la violencia. Se normalizan discursos de odio, se justifican las discriminaciones y se ataca a los colectivos más vulnerables.

La memoria histórica: entre la reivindicación y la instrumentalización

En este contexto de debate sobre la Transición, la memoria histórica se ha convertido en un campo de batalla ideológico. Mientras algunos la reivindican como una herramienta para la justicia, la reparación y la reconciliación, otros la utilizan como arma arrojadiza para atacar al adversario político.

Es innegable que la recuperación de la memoria histórica es un deber moral. Las víctimas del franquismo, durante demasiado tiempo silenciadas y olvidadas, merecen justicia y reconocimiento. Es preciso investigar los crímenes del franquismo, identificar a los responsables y dignificar a las víctimas. Es necesario que el Estado asuma su responsabilidad en la reparación del daño causado por la dictadura y que se promuevan políticas públicas que garanticen la verdad, la justicia y la reparación para las víctimas.

La recuperación de los restos de las víctimas de la Guerra Civil y la dictadura, enterradas en fosas comunes, es una demanda legítima de sus familiares y una obligación del Estado. Es necesario que se siga trabajando en la exhumación e identificación de los desaparecidos, para que sus familias puedan darles un entierro digno y cerrar las heridas del pasado. Esta labor debe realizarse con el máximo respeto a las víctimas y sus familias, evitando cualquier tipo de instrumentalización política.

Sin embargo, la memoria histórica no debe ser utilizada como un instrumento de revancha o de ajuste de cuentas. No se trata de reabrir viejas heridas o de alimentar el rencor, sino de construir una sociedad más justa y democrática, en la que se reconozcan los errores del pasado y se garantice que no se volverán a repetir. La memoria histórica debe servir para construir un futuro mejor, no para perpetuar las divisiones del pasado.

Es fundamental que la memoria histórica se aborde desde la serenidad, el rigor científico y la búsqueda de la verdad. No se trata de imponer una visión única del pasado, sino de fomentar el debate y la reflexión crítica. Es necesario que los historiadores puedan investigar con libertad, sin presiones políticas o ideológicas, para que puedan ofrecer una visión objetiva y contrastada de lo sucedido. La memoria histórica debe basarse en la investigación rigurosa y en el análisis crítico de las fuentes, no en la manipulación o la propaganda.

Dejar descansar a los muertos, pero no al pasado

La recuperación de los restos de las víctimas del franquismo es una tarea imprescindible para saldar una deuda histórica con las víctimas y sus familiares. Sin embargo, una vez que se haya dado sepultura a los desaparecidos, es necesario dejar descansar a los muertos. No se trata de remover el pasado de forma indiscriminada, sino de aprender de él para construir un futuro mejor. La memoria histórica no debe convertirse en una obsesión por el pasado, sino en una herramienta para construir un presente y un futuro más justos.
Es importante que la memoria histórica se centre en la investigación y la divulgación de los hechos, no en la búsqueda de culpables o en la imposición de una determinada interpretación del pasado. Es necesario que las nuevas generaciones conozcan la historia de España, con sus luces y sus sombras, para que puedan comprender el presente y afrontar los desafíos del futuro. La memoria histórica debe ser una herramienta educativa, que fomente el pensamiento crítico y la conciencia ciudadana.

La Transición: Un legado en disputa, pero un hito irrenunciable

La Transición Española fue un proceso histórico complejo y contradictorio, pero también un hito fundamental en la historia de España. Gracias a la Transición, España dejó atrás la dictadura y se convirtió en un país democrático, moderno y plenamente integrado en Europa. La Transición permitió la reconciliación entre los españoles, la recuperación de las libertades y la construcción de un Estado social y democrático de Derecho.

El debate sobre la Transición, sobre sus logros y sus limitaciones, es legítimo y necesario. Sin embargo, no podemos permitir que el revisionismo histórico y la polarización política erosionen la confianza en la democracia y en los valores que la hicieron posible. Es necesario defender el legado de la Transición, reivindicar el espíritu de consenso y reconciliación que la hizo posible y seguir trabajando para construir una sociedad más justa, libre y democrática.

La memoria histórica, el diálogo y la defensa de los valores democráticos son las mejores herramientas para hacer frente a los desafíos del presente y construir un futuro mejor para España. Es necesario que la sociedad española en su conjunto asuma la responsabilidad de preservar la memoria histórica, no como un instrumento de división, sino como una herramienta para la construcción de un futuro común basado en la justicia, la libertad y la democracia.

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