El prestigioso periodista don Ramón Pérez-Maura ha escrito un relevante artículo sobre el discurso del Rey, comparándolo con el de Carlos III de Inglaterra, que ha transitado su mensaje por el camino de la fe, verbalizando su felicitación navideña. En el candil de hace unos días yo escribí que echaba de menos alguna mención espiritual en el discurso de nuestro Monarca, aun conociendo los límites de la Constitución, que apenas si le permite poder expresarse.
Soy monárquico de siempre, por convicción razonada y razonable, y desearía que el Rey, como árbitro de la Nación, tocase más fuertemente el silbato e incluso pudiese sacar de su bolsillo alguna tarjeta amarilla. Quizá no pueda hacerlo. O no deba. O no le dejen. O esté acordelado por la Ley. Pero al menos tendrá facultades para manifestar la alegría del único Nacimiento que puede hacernos pensar y transformarnos, el de Cristo, que da sentido a la fiesta esperanzada de la Navidad, abriendo su vida a un mundo nuevo, a una España mejor.
Por no referir esta Verdad incuestionable, nos estamos olvidando un poco de “la casta de donde venimos”, que decía Santa Teresa. Mientras más alta la dignidad del que puede recordarlo, mucho más provecho para todos.
pedrouve