El milagro

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Corazón en el atardecer. | Fuente: Pixabay

Nunca fue Jesucristo partidario de que su seguimiento en la Iglesia se sustentara en el milagro, que soluciona soledades y transforma en salud cualquier daño. Pobre sería nuestra fe basada sólo en tales intereses, preocupada únicamente en recibir sus atenciones.

Es el AMOR a su manera el gran milagro que trae Jesús para cambiarnos la vida por dentro, como el gusano que tiene vocación mariposa.

Todos tenemos una larga lista de peticiones que no se nos han concedido: el milagro es que, después de la oración, ya no somos los mismos.

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