Hoy: 25 de noviembre de 2024
El Índice de Masa Corporal (IMC) ha sido objeto de críticas por no reflejar adecuadamente la composición corporal. Este indicador, que ha sido ampliamente utilizado para medir el peso saludable, no distingue entre masa muscular y grasa corporal.
Esto ha llevado a cuestionar su validez. Por ejemplo, personas con más masa muscular o una mayor densidad ósea pueden tener un IMC elevado sin que esto signifique un riesgo para la salud, según informa el Clarín.
Dos recientes estudios, publicados en Jama Network Open y en el Journal of the American Heart Association, sugieren como alternativa el Índice de Redondez Corporal (IRC), que se enfoca en la grasa peligrosa en lugar de en el peso total.
Esta nueva métrica busca superar las limitaciones del IMC, centrándose en la grasa abdominal, la cual está asociada con un mayor riesgo de enfermedades cardiovasculares y otras condiciones de salud.
El método para calcular el IMC sigue siendo el mismo: dividir el peso de una persona por su altura al cuadrado. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), un IMC entre 18,5 y 24,9 se considera normal, mientras que valores superiores a 30 indican obesidad.
Sin embargo, a pesar de que este indicador sigue siendo útil para políticas de salud pública, ha caído en desuso en consultorios médicos, donde se prefieren otras técnicas como la bioimpedancia o la antropometría para evaluar la composición corporal.
Por su parte, el IRC se calcula relacionando la circunferencia de la cintura con la altura, lo que permite medir de manera más precisa la cantidad de grasa alrededor de los órganos abdominales. Esta grasa visceral es particularmente peligrosa, ya que su acumulación está asociada con enfermedades como la hipertensión, la diabetes y algunos tipos de cáncer.
Uno de los estudios, que siguió durante 20 años a más de 33.000 estadounidenses, mostró que un IRC elevado (6.9 o más) está vinculado con un 50% más de riesgo de muerte prematura en comparación con quienes tenían un IRC más bajo (4.5 a 5.5).
Incluso quienes se encontraban en un rango intermedio de IRC (5.46 a 6.9) presentaban un 25% más de riesgo de mortalidad. Por otro lado, un IRC demasiado bajo (menos de 3.4) también se asocia con un mayor riesgo de muerte prematura, ya que podría indicar desnutrición o alguna condición médica grave.
El segundo estudio, realizado en China, analizó durante nueve años la relación entre el IRC y las enfermedades cardiovasculares en adultos mayores. Los resultados mostraron que quienes mantenían un IRC alto tenían un 163% más de probabilidades de desarrollar enfermedades cardíacas, en comparación con aquellos con niveles bajos y estables de IRC.
La grasa acumulada en el abdomen se presenta en dos formas: la subcutánea, que se encuentra bajo la piel y es palpable, y la visceral, que rodea los órganos internos y es la más peligrosa. Estudios previos han demostrado que la obesidad abdominal es un factor de riesgo más significativo para las enfermedades cardiovasculares que la obesidad general, y puede ayudar a detectar la resistencia a la insulina y el síndrome metabólico.
Además, se ha comprobado que mantener un IRC alto durante largos periodos aumenta las probabilidades de sufrir accidentes cerebrovasculares o eventos cardíacos, independientemente de la edad, el sexo o el estilo de vida de los participantes. Esto convierte al IRC en una herramienta valiosa para predecir el riesgo de enfermedad cardiovascular.
La creciente evidencia de que el IMC es un indicador incompleto ha llevado a algunos profesionales a replantearse su uso. Laura Romano, nutricionista de Integral Nutrición, ha señalado que no siempre es necesario pesar al paciente para evaluar su salud.
“Con la experiencia, muchas veces es posible identificar obesidad central simplemente observando la prominencia del abdomen”, explicó en una entrevista. Para Romano, los parámetros más importantes son los resultados de los estudios de laboratorio y los hábitos alimenticios y de ejercicio de sus pacientes.
En su lugar, prefiere medir la circunferencia de la cintura, ya que está más directamente relacionada con el riesgo de desarrollar enfermedades asociadas a la obesidad central. Este enfoque, más personalizado, pone en duda el uso del IMC como un estándar universal y abre la puerta a nuevas métricas como el IRC para evaluar de manera más precisa el estado de salud de las personas.
El Índice de Redondez Corporal parece estar ganando terreno como una herramienta más eficaz para medir los riesgos asociados a la grasa abdominal, dejando al IMC en un segundo plano.
Con su capacidad para predecir problemas cardiovasculares y su enfoque en la grasa visceral, el IRC podría marcar un cambio de paradigma en la forma en que evaluamos la salud y el riesgo de enfermedades en el futuro.