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El discurso del Rey

El rey Felipe. | EP

Últimamente se interpreta mucho mejor la gestualidad de Felipe VI que sus palabras, enmarcadas en la responsabilidad constitucional y revisadas por el Gobierno. Los gestos, las muecas, la seriedad ajustada detrás del bigote breve y la firmeza de cómo se expresa, ofrecen una lectura de disconformidad en el acontecer de España. De sus ojos sale una luz fría que advierte sin amenaza e intenta recuperar la lana derramada del ovillo.

Con las limitaciones que tiene toda Institución, las épocas de España sin rey fueron, comprobadamente, desmanes en desembocaduras sangrientas, histrionismos, abusos y despropósitos; pájaros, al fin, sin ramas donde posarse. La monarquía constitucional es el árbol grande que acomoda los sinsentidos y parapeta las injusticias de los que prefieren “habitaciones con vistas”.

La Familia Real, como todas las nuestras, deben alejar los desencuentros y manifestarse en comprometidas y ejemplares esperanzas. El Belén fue testigo de las palabras del Rey con la intención de que puede renovarse, entre todos, la cordura.

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