Me resisto a escribir sobre Argentina porque me duele en el alma imaginar en el declive la ráfaga amarilla de sus taxis; el Teatro Colón, desorientado; sin ilusión apenas, las grandes avenidas de Buenos Aires, perfumadas de azul por los jacarandás y
Me contaba un amigo de los que suelen ir por esos mundos de Dios dando conferencias o pregones en los festejos que, con mucha antelación, le habían solicitado en Villanueva de la Enjundia una loa de la patrona Santa Enriqueta, reina, para
Cabalgaba en su jumento endeble, con pellejos de vinagre, un padre de familia buscándose la vida para mantener a los suyos. En la torpeza de su cabalgar se veía que uno y otro no llegarían a destino, abatidos por el hambre. Un
Entiendo por amores insuficientes los que se derriten en complacencias y apenas hacen algo para crear, desde ellos, una mejoría conjunta. “Amor qué bien estamos”, pero sin la costumbre de las torceduras, sin respuesta para los inconvenientes