En el madrileño Café de Gijón, caro al bolsillo de cualquier poeta, dicen que Salvador Dalí le pedía a Federico García Lorca que le ayudase a cazar moscas: cualquier cosa que le sugiriera el pintor se lo alcanzaba sin titubear el granadino.
Nadie puede dudar de la soberanía intelectual, literaria y discursiva de este gran demócrata nacido antes de Jesucristo y que, como su nombre indica (Cicerón = garbanzo), fue una auténtica molestia en el zapato de sus adversarios. Sus comienzos resultaron implacables contra
El estadista y escritor francés Louis de Bonald, católico de raza en sus proyecciones políticas, dejó escrito que todo Gobierno debe hacer poco por los placeres de los hombres, bastante por sus necesidades y todo por sus virtudes. Cualquier persona honesta de
De un amigo argentino me llega, acertadamente, esta realidad social que allí se vive, aunque puede ser también trasladada a las nuestra, con las necesarias diferencias: En LA CLASE ALTA siguen con sus negociados y carambolas entre amigos, sin pudor alguno. LA
Un fraile intelectual, precisamente navarro, fue el maestro que más huellas dejó en aquellos alumnos de bachillerato. Entre sus muchos aciertos, advertía que se comienza a ser intelectual después de haber leído la Biblia, los sublimes escritos de San Juan de la
Mamerto Menapace, abad de Los Toldos, escribe con ironía manifiesta: Los argentinos tenemos la simpatía de los alemanes, el desinterés de los ingleses, la serenidad de los españoles, la honestidad de los italianos y la humildad de los franceses. Trayendo el agua
Refiere María Kodama que la primera lección de estética se la dio su padre al contemplar juntos, en un libro de arte, La Victoria de Samotracia. Conmovido ante semejante hermosura, el químico trataba de que su hija reconociera la singularidad de la
Ella iba delante con su bolso negro apretado a la cintura; su esposo, pequeño y de andares oscilantes, a dos pasos la secundaba con su hijo, que también parecía subyugado a la disciplina gestual de la señora. Los vecinos cuchicheaban al verlos:
Estoy inclinado a pensar que Dios creó el Paraíso para que paseáramos, sin móviles, en el laberinto de sus jardines. Allí un rosal, muy cerca celindas y jazmines, azahares a un paso. Y algo más adentro un manzano con nido de serpiente