Una niña de 12 años habría sido presuntamente violada, torturada y asesinada por una argelina sin papeles y con posibles trastornos psiquiátricos
Jueves 20 de octubre. Seis días después de la tragedia. Una brisa cálida y agradable mece la abarrotada plaza de Denfert-Rochereau, donde centenares de personas se congregan para rendir tributo a la pequeña Lola. El dolor siempre acecha en las veladas más apacibles. El encuentro ha sido organizado por Instituto por la Justicia y a él han asistido la mayoría de los vecinos del barrio de las Buttes-Chamount.
Entre los presentes se hallan los padres de Lola, la joven asesinada el pasado 14 de octubre. La pareja contempla con ojos llenos de compunción la pantalla gigante que se alza ante ellos, que proyecta imágenes de testimonios de víctimas similares. Pero imbuirse del sufrimiento ajeno nunca compensará la pérdida. Y más en circunstancias tan terribles como las que rodean su caso.
Los padres de la pequeña desarrollaban su rutina diaria en un edificio de 12 pisos del 119 de la rue Manin, donde desempeñaban su labor como conserjes. Eran oriundos del norte de Francia. Lola, su hija de 12 años, acudía cada día al colegio Georges Brassens, a 350 metros de su casa.
Un día después de clase, una mujer abordó a la muchacha a la salida de la escuela. Respondía al nombre de Dahbia, era de origen argelino y residía en Francia en calidad de inmigrante irregular, con un visado caducado. Horas después, la prensa gala, encabezada por Le Parisien, revelaría que Dahbia arrastraba consigo graves problemas psiquiátricos. Pero eso Lola no lo sabía. Ni siquiera conocía la identidad de la misteriosa persona que se había acercado a ella.
Las cámaras han logrado inmortalizar el momento exacto en el que la agresora se aproximó a la víctima, pero lo que sucedió a partir de entonces tan solo se sustenta en teorías especulativas. La más extendida sostiene que la argelina condujo a la niña a su apartamento. Una vez allí, la obligó a desnudarse, abusó de ella y la dejó amordazada y atada de pies y manos. Tras una presumible larga agonía en la que pudieron existir numerosos indicios de tortura, Dahbia la estranguló y enterró un cuchillo en su estómago. Finalmente, introdujo el cuerpo sin vida en un baúl y descendió a la calle con la naturalidad de un transeúnte.
Varios vecinos del bloque señalan que la inmigrante habría buscado la ayuda de un cómplice para trasladar el cadáver hasta las afueras del pueblo. Unas horas después, Dahbia fue detenida por las autoridades y acusada de dos presuntos delitos de “asesinato de menor de 15 años acompañado de tortura y actos de barbarie” y “violación de menor”.
A la espera de la emisión de un veredicto, el episodio ha revolucionado el espectro político francés. La extrema derecha, liderada por Marine Le Pen, ha cargado la responsabilidad al presidente de la República, Emmanuel Macron, por considerar que “el laxismo mata”, en referencia a la transigencia con la que el líder galo ha actuado en lo referente a la inmigración ilegal.
La izquierda ha instado a la oposición a evitar politizar el caso de Lola. La primera ministra, Élisabeth Borne, ha exigido “decencia” a Le Pen, mientras que Macron ha expresado sus condolencias a través de Twitter: “Pienso sobre todo en los padres de Lola, en su hermano y su hermanastro, en el golpe a esta familia increíblemente digna y unida en este momento, y pienso que ante todo necesitan el respeto y el afecto de la nación”, ha recalcado.