Tras la derrota de Donald Trump en 2020 ante Joe Biden, el ex presidente alentó a un supuesto fraude electoral que culminó con el asalto al Capitolio
El 2023 será recordado como el año en el que el trumpismo, el ala dura del Partido Republicano, puso en jaque no solo a la propia formación política, sino también a la Cámara de Representantes, una de las principales instituciones de Estados Unidos y cuyo presidente es considerada la tercera autoridad del país.
El año arrancó con los republicanos saboreando un éxito notable cosechado en las elecciones del noviembre anterior en las que lograron arrebatar al Partido Demócrata la mayoría en la Cámara de Representantes; lo que es la Cámara Baja del Congreso estadounidense.
Esta victoria dejó un panorama muy favorecedor para los conservadores, pues el órgano legislativo de gran poder en la política estadounidense, quedaba en sus manos y contaban también con la posibilidad de elegir a uno de los suyos como máxima autoridad de la sala.
Sin embargo, el Partido Republicano está ciertamente dividido desde la irrupción de Donald Trump en 2016. El magnate se hizo con la victoria en las presidenciales de aquel año y durante sus cuatro años de mandato llevó a cabo unas políticas ultra derechistas que fueron rechazadas por propios y ajenos.
Tras su derrota en 2020 ante el actual mandatario, Joe Biden, Trump alentó los fantasmas de un supuesto fraude electoral en su contra, una narrativa que culminó con el asalto al Capitolio el 6 de enero de 2021. Estos hechos han sido defendidos por sus aliados más cercanos, pero repudiados por otros tantos políticos republicanos.
La sombra del expresidente Trump es alargada, y esto se palpa en la composición de la bancada republicana en la Cámara de Representantes, donde en torno a una docena de los 222 legisladores del partido se han mostrado partidarios del magnate y han defendido a capa y espada sus posiciones.
Es precisamente este ala dura de los republicanos la que ha puesto en jaque su propio partido y la Cámara de Representantes, pues son imprescindibles para garantizar la mayoría conservadora en todas y cada una de las votaciones, incluida la del presidente de la Cámara Baja estadounidense.
Presidente de la Cámara, Kevin Mccarthy
Los representantes estadounidenses se reunieron a comienzos de año, tan pronto como el 3 de enero, para designar al sucesor de la demócrata Nancy Pelosi al frente de la Cámara. Los republicanos acordaron que Kevin McCarthy, representante por el estado de California, fuera su aspirante.
Sin embargo, las posturas de McCarthy no convencieron al ala dura republicana, que rechazó su candidatura en hasta quince ocasiones, retrasando el proceso hasta el 7 de enero, cuando finalmente se hizo con el puesto de speaker tras hacer concesiones clave a esos legisladores más extremistas.
Durante su mandato, McCarthy tuvo que hacer frente al posible cierre financiero del Gobierno, aunque finalmente los republicanos siempre terminaron por acordar nuevos presupuestos; y también por las continuas ayudas económicas a Ucrania, inmersa en guerra desde febrero de 2022.
Sin embargo, a finales de septiembre, uno de esos proyectos para financiar al Gobierno de Biden terminó por dinamitar la Cámara de Representantes después de que el Partido Demócrata se opusiera en bloque.
Tras esto, el presidente de la Cámara presentó un nuevo proyecto que sí fue aprobado, pero con el apoyo de los demócratas, lo que no sentó especialmente bien en el seno del Partido Republicano, y motivó que Matt Gaetz, uno de esos legisladores afines al ‘trumpismo’, presentara una moción de censura.
Días después, el 3 de octubre, la sala aprobó la destitución de McCarthy con el voto a favor de los demócratas y de ocho compañeros de su propio partido; por lo que se vio obligado a abandonar el cargo, convirtiéndose en el primer presidente en la historia de la Cámara de Representantes de Estados Unidos en ser destituido.