A duras penas me resigno a que haya tenido lugar el eclipse y en España no se haya visto, sino en algunos sitios de Canarias, y no del todo. Me informan que más de ocho millones de norteamericanos estuvieron en vilo, comprando gafas especiales para que no se les escapara semejante prodigio. Ya digo, eclipsado estoy porque hasta 2046 no sucederá algo parecido y tengo la impresión, como en el decir de Don Quijote a Sancho, que no va a soportar mi cuerpo tantas sombras.
Después de todo, el eclipse consiste en que la luz se esconde un tiempo, un tiempo corto. Y eso emboba de tal modo, que salen multitudes a la calle como si ya nunca más la luz fuera a regresar.
…Demasiados años llevamos aquí, no con la luz escondida, sino con la luz apagada: los periodistas no pueden informar porque no les admiten sus preguntas; las televisiones tienen dueños y se aseguran bien de que no les falte publicidad del Estado; las Comunidades Autónomas reclaman igualdad solidaria entre todas y alguno de sus presidentes, como la madre de los Zebedeos, pide estar a la derecha de Dios Padre o incluso sustituirlo, si no se aviene a razones; el precio de las gasolinas nos permite rodar hasta la próxima esquina… ¿Quién quiere más eclipses? Les espero en el 46.