Locos de atar sin ataduras

9 de febrero de 2025
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La Luna.

Es tan grande el amor de Dios que nos espanta su locura

Me pasaría horas escuchando tangos orquestados, de esos que provocan bailes en el pecho y el deseo de imaginar una locura controlada que termine viendo cómo rueda la luna por Callao.

Así el tango “Balada para un loco”, de Horacio Ferrer, con música de Piazzola y cantado por Roberto Goyeneche, te lleva adonde quiera con su voz de llanto arrepentido. Mantengo en mis sienes el aroma de esta Balada para un loco que me ha hecho creer que, las naranjas del frutero de la esquina, me tiran azahares.

Locura suficiente que nos traslada, desde una quietud sosegada de lámpara de salón y butaca acolchada, a un intento de alas de cristal para que el sol no las derrita. …Escribía Paracelso que el hombre es lo que piensa.

Si piensa fuego, termina ardiendo. Si guerra, está metido en la batalla. Yo creo que el hombre, sobre todo, piensa amor y en seguida se le enciende dentro la llama de la exageración. Porque la mayor parte de la hermosura que se ve es un invento. Al amado, a la amada, si no fuera por la luz que se le añade, los veríamos en sombras, agazapados en las arrugas del tiempo, encorvados por los huesos de la melancolía.

Erasmo de Róterdam se sincera con el mundo en el que vive resaltando que, si no fingiéramos en las relaciones humanas, mejorando las conductas de los otros, haciéndoles ver que mantienen su lozanía cuando están viejos o que no sabríamos qué hacer sin su compañía, cuando la mayoría de las veces preferimos estar solos, sería mucho menos gratificante la convivencia.

Es necesario, insiste Erasmo, en untar nuestras vidas con la miel de la locura, siempre y cuando seamos prudentes en el engaño.

Tenemos la suerte de que Dios nos mira con ojos de Dios y sólo ve en nosotros el reflejo suyo que hay en cada uno. De ese modo, en los campos yermos, Él se figura un crecimiento de trigos; sobre el arroyo que no lleva agua, Él permite que corra el jugo de las granadas. Es tan grande el amor de Dios que nos espanta su locura y, a medias engañado, sigue recibiendo azahares de nuestras naranjas.

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