Dios invocado

15 de noviembre de 2024
1 minuto de lectura
Donald Trump

Todos los gobernantes tiene sus propios defectos (y los que no gobernamos también). En algunos, sin embargo, sus errores son incesantes, como una vibrante indecencia, al menos vistas las cosas desde la orilla aristotélica o desde el simple parámetro de la objetividad que extrae, de sus propios recursos, el bien común.

Puede que más de una vez, procurando desterrar lo más posible el veneno de la palabra, me haya atrevido a opinar con desdén o dolor sobre nuestra vida política, mejor, sobre los políticos que la bastardean. Pero mis conocimientos e interpretaciones sobre el desarrollo social de los EE UU están lejos de aportaciones válidas para una conjetura lúcida. No obstante, el hecho de que el Presidente recién elegido comience una asamblea rogando a Dios que bendiga a América, ya es de resaltar: le asisten, al menos, las buenas intenciones y, pareciendo un hombre de afilada soberbia, en este ruego subyace una cierta inclinación a presentarse humilde y trascendente.

Aquí, en público, esa valentía no se les ocurre ni a los hombres de Iglesia… algunos tienen miedo de que les señalen, todavía, de franquistas arrepentidos.

pedrouve

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