De quién se enamora…

13 de febrero de 2025
3 minutos de lectura
Amores fugitivos. | Flickr
PAOLA DOMÍNGUEZ BOULLOSA

Sí, mi querido lector, cuando usted se enamora… no se enamora del otro exactamente, sino de lo que ese amor es capaz de hacerle sentir

¿De quién se enamora cuando se enamora?… Usted me dirá que lo tiene clarísimo, que podría describir a la perfección al sujeto de su amor, su olor, su mirada, su tono de voz, su caminar, su estilo propio, lo que le gusta y lo que no… quizá, incluso, en su amor profundo, le será difícil descifrar sus defectos, sus debilidades… y fácil, muy fácil, enaltecer con orgullo sus grandes virtudes… podría pasar horas hablando de ese amor, y más, suspendido en su propio pensamiento… incluso podría hablarme de cualquier otra cosa, de cualquier otra persona, pero si tropezásemos en la charla con ese anónimo sujeto o apareciese entre la multitud podría cualquiera darse cuenta de aquel ser que le tiene cautivo… porque el amor, cuando es bueno, no perdura en el anonimato.

No habré descubierto de quién se ha enamorado por la descripción que me haya dado, aunque no haya omitido ningún detalle, sino por la luz que proyecte su mirada sobre ese ser, por la metamorfosis que ese ser es capaz de generar en usted.

Sí, mi querido lector, cuando usted se enamora… no se enamora del otro exactamente, en realidad de lo que usted y su ser profundo se enamoran es de lo que ese amor es capaz de hacerle sentir, de la transformación que produce en su esencia… en pocas palabras, usted se enamora de esa nueva versión de sí mismo, se enamora de la persona en la que ese amor le convierte.

Por eso, los buenos amores son los que hacen bien a uno mismo en igual medida que usted le hace sentir al otro. Los buenos amores nos convierten siempre en mejores personas porque nos exigen un comportamiento diferente, nos inspiran en el desarrollo de las buenas virtudes, como la paciencia, la apreciación de la belleza, la prudencia, el respeto, la bondad, la generosidad, la comprensión, la compasión; y también nos demandan habilidades como la comunicación asertiva, la escucha plena, la empatía, el autocontrol, el autoanálisis, el trabajo en equipo, la profunda amistad, la simpatía, la pasión.

Los buenos amores son justos y equilibrados, hilan dos vidas a un mismo camino, abrazan las diferencias, potencian las destrezas, protegen las vulnerabilidades y se hacen cómplices en las historias de sus propias vidas. Los buenos amores son —recuérdelo muy bien—… los que le hacen bien… y no sólo en un sentido placentero de la inmediatez, esa felicidad pasajera se obtiene aun siendo buena, muy barata.

Yo hablo de la felicidad permanente de la que se elige porque es la que se procura y se desea cada día. Hablo de la felicidad que no deja de existir porque tengamos un mal día, porque en su lugar deja la paz de sabernos acompañados, queridos y apoyados aun en el silencio… y lo más cercano a la felicidad es la paz, la calma… el refugio.

El buen amor también nos permite descubrir otras facetas, despertar talentos, desarrollar otras capacidades, porque si algo tiene el amor es que elimina los miedos, nos hace más valientes, fuertes, tolerantes, tenaces, audaces, auténticos y genuinos, porque donde muere el miedo nace la seguridad, la libre elección, la mente abierta y el corazón henchido.

Por eso, mi querido lector… sea consciente de quién se enamora, porque ese ser será la fuente de su inspiración. Usted se convertirá en el resultado directo de la luz o de la sombra que le proyecte, y su presente y su futuro dependerán de ello.

Me resulta fascinante recordar con esto la metafísica aristotélica, que desempeña un papel fundamental en la comprensión de la realidad y la naturaleza del cambio: el acto y la potencia, el acto se refiere a la realidad actual y completa, mientras que la potencia hace referencia a la capacidad de cambiar y desarrollarnos hasta nuestro máximo potencial. Esto sucede siempre y cuando se den las condiciones adecuadas… los buenos amores nos llevan a esa potencialidad, a esa plenitud a la que todos estamos llamados a ser: la mejor versión de nosotros mismos.

Los buenos amores ofrecen libertad para ser y existir…Y le diré más… el amor no sólo se ciñe a las parejas, ésa es una visión muy reduccionista del amor, el amor está y existe más allá y perdura en nosotros en la medida de cada experiencia que otras vidas y otros amores nos hayan dejado… el amor nunca muere, sólo se transforma, se transmite y se multiplica empezando por uno mismo… Como siempre, usted elige.

¡Felices amores, felices vidas!

*Por su interés, reproducimos este artículo de Paola Domínguez Boullosa, publicado en Excelsior

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