Ya tengo por sabido, y los lectores también, que en Veraluz, ese pueblo donde habitan mis palabras, no hay derechas ni izquierdas, sino AA y BB, que viene a ser un totum revolutum en el que los progresistas, si existen, bandean de un lado a otro y los conservadores, si existen, es porque tienen algo que conservar, sin antes haberlo robado. El alcalde, como se ha dicho, es de sí mismo; entonces, en tiempo de elecciones, el que gana es por la coincidencia de unos con otros y en un reconocimiento colectivo de valores.
Cuando se gobierna con votos propios, a nadie hay que pagar prebendas porque, además de que ese intercambio casi siempre es indecencia, los beneficiados “se quedan con la copla” y a la hora de las debilidades enseñan la causa de los contratos y en qué “disco duro” se guarda la mordida. Nadie está libre de culpa cuando se da al otro lo que el otro no merece.
Lo peor de lo que se está viendo en España, no es conocer en qué se empleó parte de lo sustraído, sino el mal ejemplo que reciben los inocentes que “de buena fe” estuvieron tantos años al lado de los impíos. ¿Quién repone ahora su candor y su servicio?
Menos mal que aún en Veraluz tienden al sol las sábanas limpias.
Pedro Villarejo