Para que se reconozcan las virtudes heroicas de un creyente, y ese sea motivo de iniciar su proceso de canonización, hace falta mucho tiempo, milagros y constataciones. La Iglesia no puede arriesgarse a destacar frivolidades.
Pero como en Veraluz hay gente para todo, después de que el Presidente de Gobierno exculpara, urbi et orbi, el proceder de su partido con argumentos a Domine, es decir, irrefutables; y mostrase al mundo en su discurso que, tras él, sólo puede esperarse en España la destrucción y la barbarie. Al finalizar su apología declamatoria, un grupo de bien pensantes veraluceños, ha coreado a las puertas del Casino Recreativo: ¡Santo Súbito! ¡Santo Súbito!, refiriéndose al amado líder.
Al párroco no le ha quedado otro remedio que tomar velas en esta procesión y, con un grupo de intelectuales, está viendo la fórmula de enviar al obispado un legajo que confirme las apetencias del pueblo, antes de que los malvados de siempre echen a perder el oro refinado de tan excelentes actitudes.
¡Veamos si prospera!
Pedro Villarejo