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Cuando existían las familias

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No es solo una definición, hasta hace unos años era una institución. Ahora, en algunos casos, puede resultar inexistente.

Es como si el progreso también nos hubiera traído el desarraigo llenando de un frío aterrador ese corazón de muchos y muchas que en su día se quedaron solos, más mujeres que hombres, por el devenir de los acontecimientos que ocurrieron en sus vidas.

En esta época de vacaciones sienten más temor por el silencio que reina en el entorno de sus casas vacías.

Muchas de esas mujeres, visitan más a sus médicos y desean que el verano termine pronto, solo por sentirse más seguras y arropadas.

Resulta muy triste el día a día. Muchos mayores aprenden a envejecer solos y ya no se ven reflejados en los ojos de sus hijos. Son conscientes de cómo ese amado rostro se va desdibujando en sus memorias.

Sé que duele hablar de esto. Algunos lo sienten más y otros no se paran ni siquiera a pensarlo. La viudedad te hace ver la verdad de la familia que tú y tu marido creasteis.

Algunas pierden a sus hijos y no los ven en años, desapareciendo esa complicidad, aquella que teníais y que fue desapareciendo con la distancia.

Esto se ve más a menudo de lo que se pueda imaginar. Lo bueno es que esas mujeres mayores ya no sufren con el recuerdo de su antigua vida familiar y algunas tienen la suerte de encontrar en esas nobles y buenas amistades ese cariño y comprensión que les negaron sus propios hijos.

Esto es solo un toque para algunas conciencias sin amor ni empatía que parecen dormidas. ¿Se perdió también la piedad?

Pero dar visibilidad a esto no vende, no es glamuroso tocar conciencias. Este tema aburre a muchos.

Solo doy voz a muchas que callan y que en algunos casos las hemos encontrado en algún tanatorio, pero de protagonistas. En ese caso sí asistieron los invisibles hijos, de los que ellas hablaban con orgullo y pesar.

Son mujeres que procuran no molestar a nadie y que están motivadas gracias a quien de verdad mira por ellas, los más próximos. Suelen ser hermanos, esos buenos hermanos que las ayudan y que suelen ser tan mayores como ellas.

Tener hermanas mucho más jóvenes es un regalo divino, son capaces de dar todo el cariño y cuidado para que las mentes de esas mujeres no se pierdan o tarden más tiempo en deteriorarse, Son ángeles en esas vidas y puedo dar fe de ello.

Les muestran el camino para vivir sin rencores y nos dan a todas una hermosa lección de vida. Nos enseñaron con cariño a dejar el dolor aparcado para poder sobrevivir, porque los hijos duelen y son capaces de hacer llorar a esos viejos corazones.

Conozco a muchas que nos han marcado y nuestra última visita a un tanatorio fue para despedirnos de otra de nosotras y nos sentimos muy orgullosas de haberla conocido. ¡Ya no sentirá más esa falta tan querida que mata!

El sentimiento de amor viene con ese maravilloso regalo de la maternidad, es una recompensa para toda la vida.

Dar gracias a la vida es el mejor tributo que podemos hacer, solo por el hecho de haber podido dar vida a nuestros amados hijos.

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