Durante el primer año de vida, la lactancia materna o la fórmula deben seguir siendo el componente principal de la alimentación del infante
La introducción de alimentos sólidos en la dieta del bebé es un hito crucial en su desarrollo, ya que promueve su autonomía alimentaria y amplia sus experiencias con distintos sabores y texturas.
La nutricionista Lucía Bultó, autora de Los Consejos de Nutrinanny, explica a Guía Infantil los mejores pasos para introducir los alimentos sólidos de manera positiva y segura. Según la experta, el momento adecuado para empezar suele estar en torno a los seis meses, o cuando el bebé muestra signos de estar listo, como mantener la cabeza erguida y mostrar curiosidad por los alimentos.
Estos indicadores marcan el inicio de un proceso que, llevado de forma gradual y respetuosa, fomenta una relación sana del bebé con la comida, según informa La Razón.
Uno de los consejos clave es permitir que el bebé explore los alimentos a su propio ritmo sin imponer cantidades o texturas. Esto se traduce en ofrecer porciones pequeñas y aumentar progresivamente la variedad de alimentos, introduciendo texturas cada vez más densas para que el bebé aprenda a masticar y tragar correctamente.
La paciencia y la gradualidad
La paciencia y la gradualidad son esenciales en este proceso, ya que forzar al bebé a consumir ciertos alimentos o cantidades puede generarle rechazo hacia la comida. Además, Bultó aconseja comenzar con sabores familiares en textura sólida, como frutas y verduras suaves, para facilitar la adaptación.
Evitar ciertos alimentos con riesgo de atragantamiento, como frutos secos enteros, uvas y alimentos pegajosos o duros, también es crucial en esta etapa. La nutricionista subraya la importancia de fomentar la autonomía del bebé permitiéndole probar alimentos variados y experimentar diferentes texturas con sus propias manos. Este enfoque contribuye al desarrollo de habilidades motoras y fortalece el interés del bebé por explorar su entorno alimentario, creando así una experiencia positiva en torno a la comida.
Asimismo, durante el primer año de vida, la lactancia materna o la fórmula deben seguir siendo el componente principal de la alimentación del bebé, mientras los sólidos actúan como complemento.
La introducción de alimentos ricos en nutrientes y variados en su dieta —incluyendo proteínas, frutas, verduras, legumbres y cereales integrales— asegura una base sólida para su crecimiento. Consultar al pediatra para adaptar estos pasos a las necesidades individuales del bebé es el último consejo de Bultó, quien destaca que cada bebé es único y puede requerir ajustes específicos.