Desde su lúgubre castillo en los Cárpatos, el Conde Orlok, inmortalizado por Friedrich Wilhelm Murnau en 1922, aguarda la oscuridad para saciar su sed de sangre. Este icónico personaje de Nosferatu regresa a la gran pantalla bajo la dirección de Robert Eggers, en una producción protagonizada por Willem Dafoe, Lily Rose-Depp y Nicholas Hoult. Esta nueva versión pretende revivir el escalofrío original que convirtió al filme expresionista en un hito del cine de terror.
La historia de Nosferatu no solo es una obra maestra del cine mudo, sino también una reinterpretación del vampiro más famoso de la literatura, el Conde Drácula. Según El Nacional, esta conexión se explica por la influencia directa de la novela de Bram Stoker, de la que Murnau tomó gran parte de la trama y los elementos centrales, aunque adaptándolos para evitar problemas legales.
La génesis de Nosferatu se remonta a Drácula (1897), la obra de Bram Stoker que definió el género de los vampiros. Sin embargo, al adaptar la historia, Murnau modificó detalles cruciales: el nombre del protagonista pasó de Conde Drácula a Conde Orlok, y la acción se trasladó a Alemania. A pesar de estos cambios, las similitudes eran innegables, lo que llevó a Florence Balcombe, viuda de Stoker, a demandar a los productores de la película por infracción de derechos de autor.
En 1925, un tribunal alemán ordenó la destrucción de todas las copias de Nosferatu, pero la película ya había sido ampliamente distribuida. Este intento fallido de censura solo consolidó su lugar en la historia del cine, asegurando que el vampiro de Murnau siguiera aterrorizando al público durante generaciones.
Aunque ambos personajes comparten raíces, presentan diferencias marcadas. El Conde Orlok es una figura grotesca, con rasgos animales y un comportamiento puramente instintivo. Por su parte, Drácula, especialmente en sus versiones más románticas como la de Bela Lugosi (1931) o Gary Oldman (1992), es un personaje más refinado, hipnótico y, a veces, incluso seductor.
Otra distinción clave radica en cómo abordan la vulnerabilidad al sol. Mientras Drácula puede exponerse a la luz solar con ciertas restricciones, Orlok es completamente destruido por ella, como se muestra en el clímax del filme de Murnau.
La influencia de Nosferatu y Drácula trasciende generaciones y géneros. Desde el Nosferatu de Werner Herzog (1979) hasta adaptaciones modernas como la de Eggers, el vampiro de Murnau sigue siendo un referente visual y narrativo. Su grotesco diseño y su atmósfera opresiva han inspirado a cineastas de todo el mundo a reinterpretar el mito vampírico, explorando sus múltiples facetas, desde lo aterrador hasta lo trágico.
En esta nueva era de remakes y reinterpretaciones, el regreso de Nosferatu promete recordar al público por qué esta historia se ha mantenido viva durante más de un siglo: una combinación de horror, misticismo y la eterna fascinación por la inmortalidad.