Me atrevo a cambiar una palabra en el conocido poema de Bécquer: Qué es cloaca, dices mientras clavas / tu pupila en mi pupila azul. / Qué es cloaca… y tú me lo preguntas / Cloaca eres tú.
Gracias a un alcalde republicano elegido a dedo en 1931, las aguas residuales de Veraluz no se salen de su sitio, llegan adonde tiene que llegar y hay, distribuidas por calles y plazas, tantas tapaderas que nadie puede quejarse de los malos olores. Si hay cloacas es porque los demás producimos detritus: ellas no son más que vertederos necesarios para que no se desorienten los excrementos.
Bajo la apariencia musculosa de muchos/as hay una tapa de inodoro y una cisterna que gotea, un músculo que empuja y una nariz que huele. Los Estados, como las personas, no pueden prescindir de las cloacas, sí estar atentos para que no se desaten las hemorroides, porque esas sí que cambian el ritmo de los pasos. Napoleón Bonaparte perdió la batalla de Waterloo a causa de las hemorroides, don Juan de Austria murió por un exceso de ellas… que se preparen algunos para suavizar las cloacas de sus intestinos porque las fístulas que producen las hemorroides son todavía peores.
Pedro Villarejo