Cuando a Leonardo Boff le llamaron severamente la atención en la Iglesia por sus sospechosas trasmisiones pastorales del Dogma, el religioso, con humildad evangélica, contestó: “Prefiero ir con la Iglesia a cualquier parte que solo a ningún sitio”.
Esta comunidad de clarisas burgalesas se equivocan profundamente al ir de la mano de un obispo excomulgado y falso, que va a los toros desde la barrera casi revestido de pontifical, que tiene mayordomos, toma en té a las cinco en el Ritz y al último papa que reconoce es a Pio XII… ¡Menudo espectáculo!
Al parecer, el desencuentro entre las religiosas y su arzobispo tiene que ver con el permiso para la venta o permuta de un convento o la oscilación de los precios. Como si se tratara de un berrinche infantil las monjas han decido: “Si no me lo concedes, pues me voy” con este señor de lujo sin dos dedos de frente.
A todas luces, semejante actitud está revelando la falta de seriedad teológica y espiritual de una comunidad que amenaza con irse “a ninguna parte” y dejar los chocolates empantanados en el claustro… Puigdemones hay en las mejores familias.