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“China financia y recluta a líderes en Occidente para imponer su idea de democracia, ausente de valores”

Xi Jinping y Putin

Imagen de la reciente visita de Xi Jinping al presidente ruso Putin. / EP

Tim Sebastian es un extraordinario entrevistador. Incisivo, con sentido del humor y siempre bien documentado. Merece el título de Periodista. Le vengo siguiendo su trabajo desde que estaba en Hard Talk de la BBC y ahora que está en Conflict Zone en la DW.

El pasado 8 de febrero, en fecha cercana al conflicto diplomático producto del globo chino que sobrevoló los Estados Unidos, Sebastian entrevistó al ex coronel Zhou Bo, experto en seguridad y extrategia de China. En el intercambio de ideas el Coronel Bo repitió el mismo discurso contrario a la democracia occidental que es común encontrar entre los voceros del Partido Comunista Chino. Comento sus planteamientos sobre la democracia.

La parte que a mi me interesa destacar surge en la conversación al hablar del dilema de Taiwán. El asesor chino planteaba que si bien China se estaba preparando para retomar Taiwán militarmente, también pensaba que se podía dar un acuerdo satisfactorio con Taiwán, si se lograba la confianza. Frente a ello Tim Sebastian le pregunta que cuál sería un acuerdo satisfactorio… ¿Que Taiwán se rinda? ¿Que Taiwán pase al control de Beijing?”.

Zhou Bo contestó: “… Seremos muy tolerantes con el sistema político, con la forma de vida [de Taiwán]”. 

Esa respuesta retórica no hizo más que despertar una andanada de comentarios de Sebastian, que inmediatamente preguntó si Hong Kong sería el modelo para esto y si se dividiría al pueblo entre “patriotas” y “traidores”, donde los llamados “traidores” que desean hacer demostraciones y protestas en las calles, van a la cárcel por mucho tiempo y los “patriotas” leales a sus nuevos amos en Beijin toman los mejores puestos de trabajo. “¿Es eso lo que China visualiza?”, preguntó.

La reacción del entrevistado chino, luego de negar la descripción que hizo el periodista de la situación en Hong Kong, fue atacar al sistema democrático, haciendo las siguientes afirmaciones:

“Esencialmente lo que usted está preguntando –dijo Zhou Bo— es si la democracia podrá ser mantenida. Permítame decirle que la democracia tiene muchas formas. Y lo que está claro en el mundo hoy es que –y no es mi afirmación, es un reporte de la Conferencia de Seguridad de Munich— es que el mundo se está convirtiendo en menos occidental, que Occidente mismo se está convirtiendo en menos occidental”. 

“Si Usted está hablando acerca de democracia”, añadió, “la democracia está en decadencia. Quiero decir, la democracia occidental ha estado en decadencia según Freedom House desde 2006 y yo creo que esta democracia continuará declinando. ¿Cuánta gente en Occidente cree realmente en la democracia occidental?  Mira los Estados Unidos, una de cada cuatro personas, de acuerdo con los medios, considera que el país podría finalizar teniendo una guerra civil”.

Después de exponer ese catálogo de improperios contra la democracia occidental, Tim Sebastian vino al contraataque y le preguntó al vocero chino: “¿Cómo luce la democracia china estos días, cuando acabamos de tener las más grandes protestas antigubernamentales en décadas, contra la política de cero-COVID?” Luego de descartar, por excepcionales, las protestas en China, el experto Zhou Bo dijo:

“La democracia china significa que tenemos que, primero que todo, prestar atención al derecho del pueblo a la subsistencia y al desarrollo y qué partido en la historia humana ha podido realmente liberar de la pobreza a 800 millones de personas en 40 años. Eso lo hizo el Partido Comunista Chino.  El pueblo chino está mucho mejor que en el pasado. Cualquier persona que tenga más de 40 años lo reconocería.  Estamos teniendo la democracia china en nuestra propia forma”.

Los argumentos del entrevistado Zhou Bo merecen un análisis. Veamos.

En cuanto a su diagnóstico de la democracia occidental observamos un uso ideologizado de los datos.  Es verdad que en el mismo Occidente la democracia liberal está bajo cuestionamiento incluso por sus propios ciudadanos. Hay signos de ese agotamiento en Hungría, Polonia, Brasil, El Salvador, los Estados Unidos y hasta en la propia Francia, donde sectores importantes de la población apuestan por partidos o dirigentes abiertamente autócratas y simpatizantes de silenciar a la oposición, renunciando a valores importantes de la democracia liberal, tales como el derecho a disentir y a la necesidad de que existan contrapesos al poder.

“Falencias del sistema”

También es correcto tomar en cuenta que gran parte de esa debilidad de la democracia en el propio Occidente, se origina en altos niveles de falencias del sistema, en ofrecer, además de libertades, economías que tengan la capacidad de mantener de manera eficaz el Estado de Bienestar prometido, a través del tiempo, a la vez que se adaptan a realidades que lo desestabilizan profundamente como las migraciones, la corrupción política y los veloces cambios producidos en los modelos de sociedad por el impacto disruptivo de las tecnologías de la información y la comunicación.

El hecho de que existan esas debilidades en el sistema democrático, no significa que el sistema sea malo o que tengamos que renunciar a él. De hecho, la democracia liberal que tenemos hoy no es igual a la que hubo antes. Miremos a Inglaterra al inicio del siglo XIX o la Francia de la Tercera República, analicemos a los Estados Unidos de Lincoln o a la falsa democracia liberal que se tuvo en América Latina durante gran parte del Siglo XX. Todo ha evolucionado y siempre se podrá mejorar.

Los vicios del sistema democrático occidental, que existen, merecen ser ajustados y el sistema tiene la capacidad de hacer los correctivos si se fortalece la institucionalidad y el contraste de ideas permite una mejor preparación para superar sus retos. No es tarea fácil, pero es perfectamente posible. Se ha hecho antes.

Lo que destaco del discurso del Sr. Zhou Bo es su gozo, su emoción por las debilidades de la democracia occidental. Parece que lo disfruta.  Y eso es muy sintomático, porque el trabajo tesonero y dedicado de los ataques cibernéticos y de las interferencias de China y Rusia en Occidente, buscan precisamente eso: apuntalar los discursos radicales antidemocráticos, divisionistas y antisistema dentro de Occidente, para promover las causas que resquebrajan más el sistema democrático.

Los aztecas y las autocracias

Así como los aztecas esperaban con toda seguridad el regreso de Quetzalcóatl o los monjes europeos de la Alta Edad Media esperaban el fin del mundo en el año mil, el Partido Comunista Chino, sus voceros y los clérigos seguidores del Sumo Sacerdote y autócrata Xi Jinping, están seguros de que ya es un hecho que Occidente y su democracia estarán llegando pronto a su fin. Las religiones y las ideologías políticas de pensamiento único, son primas hermanas.

Ahora bien, el caso de China tiene una gran diferencia: China está haciendo todo lo posible para que su creencia se haga realidad. China está dándole una activa ayudita a sus dioses rojos para empujar todo lo posible y para lograr su anhelada caída de la democracia Occidental. Para decirlo en lenguaje empresarial: China está siendo proactiva. Y esa proactividad representa un activismo redoblado, en todos los frentes, sin ningún tipo de escrúpulos, para atacar a los valores occidentales.

¿Qué necesidad tiene China de cuestionar la esencia del modelo, al menos teórico, del sistema occidental de gobierno? Esta es una pregunta válida que también aplica a la Rusia de Putin. Lo que hace más válida esta pregunta es que el afán de poder militar o el control de los mercados no es algo que requiere, como condición previa, cambiar el sistema de gobierno occidental de los sectores-objetivo. ¿Por qué lo hacen entonces?

La respuesta empieza por entender que China (y Rusia también) no llevan adelante exactamente una agenda de consenso nacional interno.  China y su hijo adoptivo, la Rusia de Putin, son autocracias. La Rusia de Putin es una autocracia personalista y China una autocracia de partido que Xi Jinping está convirtiendo en personalista. 

La autocracia China está controlada por un solo partido burocrático, un aparato de control del poder centralizado, formado por décadas de concentración de las decisiones, poco flexible y donde la represión constante, el encarcelamiento de los enemigos del partido, las purgas y el dominio del pensamiento único son una tenebrosa normalidad.

Cuando afuera decimos China, realmente es la voluntad de la cúpula de un aparato que tiene a la gran mayoría del pueblo chino sometido a una condición de subyugación abrumadora, ya que deben darse por servidos con tener comida, trabajar y derecho a ganarse premios, mediante un sistema de puntos, sin privacidad y donde nadie puede poner en duda el orden de cosas. Por lo tanto, en ese mundo, el Partido Comunista Chino es China y China es el partido, lo que conviene al partido es lo que conviene a China. 

La política exterior y la doctrina de defensa China es la que conviene al partido. Exactamente igual que en la Europa previa al surgimiento de los estados nacionales, donde lo que convenía al país no era el tema, sino que lo determinante era lo que convenía al Rey y a la dinastía gobernante. 

La primera regla de oro del Partido Comunista Chino es no perder el poder, por eso desparecen periodistas, ocultan datos de grandes violaciones a los derechos humanos o del surgimiento del COVID-19 y tienen un control digital orwelliano de cada movimiento de sus súbditos.

Es en ese escenario donde el sistema democrático occidental se convierte en una amenaza. China, es decir, el partido, está acostumbrada a combatir la disidencia con la represión brutal. Las ideas democráticas occidentales son subversivas porque, por principio, cuestionan el poder de un solo partido, promueven la disidencia y piden que se respeten, exigen relevos constantes en el poder y promueven la libertad de pensamiento. Si esas ideas penetraran en el pueblo chino con la suficiente fuerza, podrían ser el principio del fin del partido.

Estamos en una etapa en la cual, la China-partido al mando de Xi Jinping, no se conforma con censurar Internet, lavarle el cerebro a la población con propaganda y reprimir, sino que su guerra contra esas subversivas ideas democráticas que cuestionan los fundamentos mismos del partido, la han llevado al plano internacional.

Están al ataque, no solamente cuestionando al sistema democrático y sus fundamentos, allá donde exista, sino que también mediante el fortalecimiento de regímenes autocráticos a través de todo el mundo, empezando por Rusia, conformando una especie de “internacional de la autocracia”. 

El Partido Comunista Chino se siente más seguro rodeado por autocracias como Irán, Arabia Saudita, Bielorrusia, Cuba o alguna que otra dictadura africana.

Por eso la democracia al estilo Occidental de Taiwán y Hong Kong, llevada adelante por chinos de su propia sangre, es la amenaza más potente que el partido ve a su poder. 

La democracia de Hong Kong, aplastada

Por eso han aplastado la democracia de Hong Kong pese a su promesa, años atrás, de respetar el modelo de la ex colonia británica. Por eso están dispuestos a todo, hasta ir a la guerra, para recuperar Taiwán: no es tanto para recuperar el territorio, sino para acabar esa amenaza democrática al partido representada, por Taipei, la cual tiene éxito económico y se convierte en un mal ejemplo para el pueblo chino de «mainland China». 

Si el cáncer democrático de Taiwán se extendiera por toda China, sería el fin del poder del partido. Por eso hay que aislarlo y extirparlo, antes que haga metástasis. Exactamente lo mismo ocurre en la relación entre Ucrania y la mafia de Putin.

Esa es la razón por la cual el Sr. Zhou Bo se mostró feliz con listar las deficiencias de la democracia occidental. Mientras que para quienes creemos en la democracia occidental, los datos de su debilidad son una alarma que justifica hacer los ajustes para seguir adelante una agenda que lleva más de dos siglos de desarrollo, para el Sr. Bo, para Xi Jinping y para todos los miembros del aparato del Partido Comunista Chino, es motivo de celebración que la democracia occidental tenga debilidades. Eso es lo que nos diferencia de ellos.

El otro elemento que la entrevista puso sobre la mesa es el supuesto “modelo chino de democracia”, cuyo logro fundamental es haber sacado de la pobreza a 800 millones de personas en 40 años y tener una sociedad donde hay trabajo, crecimiento económico y la gente come y manda a sus hijos a la escuela. Muy bien. Me encanta que los chinos hayan logrado ese nivel de atención de las necesidades de su gente. 

Pero lo que el discurso propagandístico de China abiertamente deja por fuera es que en China han anulado con represión y premios de puntos, el derecho a pensar distinto, no hay libertad de expresión y la noción misma de debate político es inexistente. Peor que en la pesadilla de Orwell, el aparato superior del Estado controla absolutamente todo. 

A cambio de obtener comida, trabajo, escuela, un auto y derecho a ir de vacaciones, los súbditos chinos están condenados a ser seres autómatas, con cero discrepancias frente al aparato del partido. Les vendieron la idea de que solamente renunciando a la posibilidad de tener libertades básicas, se puede comer y tener trabajo.

Taiwán es un ejemplo vivo de que es totalmente falso el discurso del Partido Comunista Chino. Taiwán demuestra que una sociedad con cultura china, respetando sus tradiciones, puede tener libertades, contrapeso al poder, y a la vez tener éxito económico. Es falso que la democracia occidental, el libre juego de las ideas y el contrapeso al poder, es incompatible con la posibilidad de comer bien y tener trabajo.

Durante los 2023 años transcurridos desde el nacimiento de Cristo, en la abrumadora mayoría del territorio del planeta, los seres humanos han sido gobernados por autocracias. El poder centralizado en una persona, grupo o familia, sin controles, ha sido la norma mayoritaria. La democracia occidental actual, salvo sus orígenes griegos e ingleses previos, tiene solamente aproximadamente 250 años de haberse llevado a la práctica. Y en esos dos siglos y medio no ha sido el régimen dominante en todos los territorios.

Los que somos defensores de la democracia occidental debemos tener claro que la lucha contra la autocracia y por las libertades es constante. Esa lucha debe llevar un componente fundamental de atención de las necesidades de la gente, porque la pobreza y la corrupción no solamente nos paralizan, sino que producen que las autocracias ascendentes como la China de Xi Jinping, vayan ganando en su discurso.

El mundo se encuentra en una transformación geopolítica importante. La posibilidad de una Tercera Guerra Mundial es real. En esa guerra China ha tomado un papel agresivo en lo comercial, lo diplomático y lo militar, para tomar liderazgo mundial en todas las facetas. En ese conflicto abierto, para China el asunto ideológico es fundamental. Su campaña mundial contra la democracia occidental es un tema serio. 

En su nota de portada de la edición de 1 de abril de 2023, la revista The Economist escribió que Xi Jinping “ha roto sus promesas de demostrar contención en la proyección de su poder al exterior, desde Hong Kong hasta Los Himalayas. Su reunión con Vladimir Putin este mes confirmó que su meta es construir un orden mundial alternativo que sea más amigable con los autócratas. 

Y concluyó más adelante diciendo: «La competencia definitiva del siglo 21 no es solamente acerca de armas y microprocesadores –también es una lucha acerca de valores». Yo estoy totalmente de acuerdo con ambas afirmaciones.

La segunda economía mundial

Es imposible plantearse un mundo sin hacer negocios con China. Es la segunda economía más poderosa del mundo. Lo que no podemos hacer es pecar de ingenuos. Cada vez que una empresa china se gana un contrato público, por ejemplo, existe una alta posibilidad de que haya sobornos, porque esa también es una herramienta de guerra para socavar a las democracias occidentales. Y China está en guerra contra Occidente. Podemos vivir como si eso no fuera así, pero ello no cambiará la realidad.

La carga ideológica de sus ofensivas comerciales es cada vez más alta. Comprando a las élites de los países con democracias débiles, se va cumpliendo la agenda ideológica de Xi Jinping, por cuanto así se van reclutando líderes y grupos que serán candidatos para conformar autocracias que ellos están dispuestos a financiar, para que se conviertan en aliados. Esta realidad es sumamente conocida en Panamá. No creo que esté escribiendo una gran novedad. 

Precisamente por ello descarto la ingenuidad en el comportamiento vergonzoso que han adoptado algunas figuras de la élite social y económica panameña, incluyendo a ex funcionarias y ex funcionarios del Ministerio de Relaciones Exteriores, que alegremente promueven la causa del autócrata Xi Jinping. 

Eso es una irresponsabilidad. Muchos nos estamos dando cuenta y eventualmente esto se convertirá en un conflicto nacional. La defensa de los valores del sistema democrático occidental debe estar en el centro de la política exterior de Panamá.  Eso no debe ser negociable, “ni por millones ni por limosnas”. 

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Publio Ricardo Cortés C. es Abogado Independiente en Panamá. Fue Viceministro de Finanzas y jefe de la Administración Tributaria de su país.

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