Vivimos una sociedad convulsa, ahíta de bochornos, ajena a las verdades, desprovista de valores, manipuladora de insignificancias y maestra de buscarle cinco pies al gato hasta que por fin se los encuentran o simulan en su andar una retranca. Los jóvenes de aquí se van a otros países buscando sabidurías equilibradas, justicias en mejor acoplamiento, trabajos fijos, continuos y bien remunerados. En compensación, vienen los mayores de Europa solicitando sol, buenas comidas y la diversión asegurada en el circo de tanta impertinencia.
Demostramos con los hechos cada día que en España somos diferentes. Si alguien se atreve a escuchar una sesión de control en el Congreso o Senado, verá que ninguna señoría responde a lo requerido: se van por los cerros de Úbeda en las respuestas. Si se pide café, ofrecen chocolate, si se exigen cuentas en las contrataciones citan a la Divina Comedia. Y así. A una compañera de colegio le preguntó la maestra el año del descubrimiento de América y quiso remediarlo fabulando con las castañuelas de Lucero Tena.
El mejor escondite a las preguntas incómodas no son los silencios, sino la interpretación más festiva de Las Bodas de Luis Alonso.