FREDDY ESPADAS SOSA
“Si no gastáis todo lo necesario en instrucción primaria, tendréis que duplicar, y aun triplicar, la partida destinada a las cárceles y a la fuerza pública: ¡Escoged!” —Rodolfo Menéndez de la Peña (1850-1928), político, escritor y pedagogo cubano-yucateco. Benemérito del Estado.
Por estos días es justo dedicamos a exaltar la invaluable labor que realizan todos los maestros y maestras en pro de la formación integral de las nuevas generaciones.
Trabajando con tesón en un contexto convulso, adverso y lleno de distractores que afectan su trascendental quehacer pedagógico, los y las docentes de todos los niveles educativos refrendan día tras día su compromiso inquebrantable de brindar a nuestros niños, niñas, adolescentes, jóvenes y adultos una enseñanza de excelencia, con calidad, calidez y alto sentido humanista.
Con justa razón cabe decir que la enseñanza no sólo es una sublime profesión de amor —como decía José Martí, padre de la independencia de Cuba— sino que constituye sin duda alguna la madre de todas las profesiones.
En esta ocasión queremos destacar que el 15 de mayo también se celebra el natalicio de don Rodolfo Menéndez de la Peña, gran pedagogo y excelso escritor que vio la luz en esa fecha en 1850 en San Juan de los Remedios, provincia de Santa Clara, Cuba.
Quiso el destino y las vicisitudes históricas que este hijo preclaro del pueblo cubano viniera a estas benditas tierras peninsulares por motivos políticos y familiares, y que se quedara a vivir entre nosotros. Aquí consagró en cuerpo y alma su dilatada y fecunda obra en pro de los altos fines de la enseñanza.
De su propio peculio, don Rodolfo Menéndez de la Peña fundó, dirigió y publicó durante 20 años (1886-1907) la revista pedagógica mensual “La escuela primaria”, que es una invaluable fuente enciclopédica sobre los temas candentes de la educación en sus aspectos pedagógicos, filosóficos, sociológicos, didácticos y teleológicos.
De la edición del 15 de enero de 1907 de esta revista he recreado el siguiente decálogo del buen maestro prescrito por don Rodolfo Menéndez, que aún mantiene su vigencia y que debe servirnos como faro orientador en la altísima responsabilidad que la sociedad nos tiene encomendado a los educadores y educadoras.
1. El prestigio de un maestro deriva de sus virtudes, de su saber, de su reconocida fama de hombre probo, justiciero y bueno.
2. El mejor medio de inspirar en los niños la virtud, es ser virtuoso. El maestro ha de ser aquello que desee que sean sus alumnos.
3. La primera virtud del buen maestro es la modestia. En sus palabras e ideas, en su porte y sus maneras; en su trato con todos, tiene que ser moderado, respetuoso, tolerante y aún humilde.
4. El buen maestro debe ser severo consigo mismo e indulgente para con los demás. No debe alterarse su imparcialidad con respecto a sus alumnos, cualquiera que sea la posición social de sus padres.
5. Debe tener para todos por igual los sentimientos y consideraciones de un padre, y duplicar sus cuidados con los más pobres y desheredados.
6. En buen maestro es un ciudadano honorable, pronto siempre a ser útil a sus semejantes y pronto a aprovechar todas las ocasiones para hacer el bien. Debe ser un ejemplo vivo y eficiente de virtud, de saber y de bondad.
7. El buen maestro estudia con solicitud los caracteres de sus alumnos y procura adaptar los conocimientos a las necesidades de las inteligencias infantiles. Es serio y firme para castigar la mentira, el robo, los instintos de maldad, la desvergüenza y el descaro.
8. El buen maestro cuidará la limpieza de la escuela y de los niños, pues hay que inspirarles el amor a la higiene, que es la virtud del cuerpo y el signo de la pureza moral.
9. El buen maestro no debe herir jamás el pudor de ningún niño, con acto, palabra o manifestación indecorosa.
10. Asimismo, cultivará los pensamientos justos, despertará la emulación, fortalecerá el sentimiento moral y combatirá los conceptos falsos, las ideas erróneas, las tendencias a la vanidad, el orgullo y todo lo que endurezca el corazón u obscurezca la mente.
Sirvan estos sabios preceptos de una mente pedagógica esplendorosa como la de don Rodolfo Menéndez de la Peña como la savia que alimente el nobilísimo e insuficientemente reconocido quehacer de todos los maestros y maestras de México y de Yucatán. ¡Muchas felicidades!— Mérida, Yucatán.
Doctor en Educación. Exdirector de la UPN en el Estado; director de la Escuela Normal Superior de Yucatán.
*Por su interés, reproducimos este artículo escrito por Freddy Espadas Sosa, publicado en Diario de Yucatán.
Freddy Espadas Sosa: Decálogo del buen maestro – Diario de Yucatán