Qué la fiebre del litio no mate la sustentabilidad del futuro en el Salar de Maricunga, en Los Andes

10 de junio de 2024
4 minutos de lectura
Litio

Se puede explotar los minerales y puede haber turismo pero se debe cuidar la región única del planeta

Apenas se llega a los ojos de mar en Tolar Grande, una pequeña población de119 habitantes de la provincia argentina de Salta, que se encuentra enclavada en las Salinas a 3.600 metros de altura, aparece el guardián de los tiempos, don Porfidio Puka, de origen ancestral que cuida la región donde, —según él— nace la vida, donde las venas subterráneas de aguas dulces se hacen ver por esos ojos salados donde las cianobacterias sustentan los procesos bióticos.

“Aquí llegamos los seres humanos buscando esos pastoreos que hoy se ven pequeños pero que en otros tiempos tenían dos metros de altura. Mis antepasados Lo llamaban arenales colorados o tolas verdes.”
Puka tiene rango de guardaparque, y le aseveró a Fuentes Informadas, que quiere que venga la gente a conocer, pero que “los turistas deben cuidar esto, porque aquí nace la vida, como quienes explotan el litio. Pueden hacerlo, pero sin generar tanto daño.”

La belleza del lugar es indescriptible y la riqueza del lugar es la vida misma, pero los lugareños observan con recelo el auge del litio. La expansión de la minería por los valles cordilleranos de Atacama y las ansias por extraer litio con premura de los salares convulsionan el territorio.

El periodista Mauricio Becerra recordó en un informe publicado que, en un seminario sobre pueblos indígenas y litio, realizado a comienzos de octubre del año pasado en la Universidad de Atacama, el docente y doctor en Ciencias de la Ingeniería, Jonathan Castillo, comentó que en cada exploración realizada en el Salar de Maricunga se han encontrado tentadoras proporciones de litio.

El apetito por el litio contempla la explotación de la parte norte del salar, que no está resguardada dentro del Parque Nacional Nevado Tres Cruces, nicho ecológico que ya tiene muy cerca una faena minera de envergadura, la extracción de oro de la Mina La Coipa, proyectándose otros dos yacimientos por explotar.

En tanto el Salar de Maricunga es disputado por el proyecto Simco, del empresario Francisco Javier Errázuriz, cuyo proyecto de extracción de litio fue paralizado en 2018 al no contar con consulta indígena; y el proyecto Salar Blanco, cuya futura adquisición por Codelco a la australiana Lithium Power International fue anunciado recientemente por la estatal, pese a que esta se encuentra en juicio por comunidades afectadas por el proyecto. Para el geólogo Travella, «la extracción de salmuera puede afectar tanto la cuenca como los niveles freáticos de estos frágiles ecosistemas. Y se trata de espacios respecto de los cuales falta mucho por investigar”.

A juicio del guardaparque, quien ha estado observando el salar desde hace ya una década, “cualquier tipo de extracción de salmuera implica una intervención en el salar. Es un fenómeno de dinámica de fluidos: si saco agua de un sector, influirá en otras partes del sector. Las faenas proyectadas van a bajar el nivel freático y eso implica que bajará el nivel de aguas en la cuenca”.

Pero a ello, se suma, que con buenas intenciones, pero falta de asesoramientos autoridades comunales de las poblaciones han construido precarias construcciones como pasarelas para que los turistas pueden apreciar mejor la belleza y eso sumó otro perjuicio al ecosistema.

Ahora, una institución internacional como el Rotary Club colaborará con un grupo de expertos para cuantificar los daños utilizando la conducta de los flamencos, las vicuñas y guanacos que migran de latitudes en latitudes, y según en las primeras observaciones han disminuidos los ejemplares de las comunidades.

Las vicuñas y los guanacos, se mantienen en las altitudes al verse reducidos sus espacios por la presencia de mineras. El guanaco tiene un significado especial en la cosmovisión colla. Araya nos cuenta que el guanaco blanco es el protector no sólo de guanacos, sino también de las vicuñas, alpacas y llamas.

Flamencos y guanacos blancos en el Salar de Maricunga

Según los expertos contratados por Rotary Club Internacional, casi tres décadas de ausencia, este año volvieron los flamencos al Salar de Maricunga para hacer sus nidos. Eso llamó la atención, y esta semana un comitiva de la entidad integrada entre otros por Leonardo Mangoldt llegarán al sitio a casi 3.750 metros de altitud, en medio del Parque Nevado Tres Cruces, que es un centro ceremonial y territorio de trashumancia de las comunidades collas.

En las montañas y bofedales habitan pumas, chinchillas y la tagua cornuda, en tanto que en el salar, pese a su acentuada salinidad, viven quimiolitótrofos.

Los flamencos andinos hicieron sus nidos en otros salares próximos en las recientes décadas. Estuvieron en Pedernales y Piedra Parada (2018) y en Laguna del Negro Francisco (2021 y 2021), esta última localizada al interior del Parque Nevado Tres Cruces. También hay registros constantes de la presencia de Flamenco chileno en la cercana Laguna del Negro Francisco en el interior del mismo Parque Nacional. Pero al Salar de Maricunga no habían vuelto.

Un informe posterior de Conaf, hecho en marzo de 2023 tras una expedición de avistamiento, determinó que dos especies de flamencos (Chileno y Parina grande), nidificaron en el salar, contabilizándose 859 ejemplares de 3 meses de edad, cuidados por 13 flamencos adultos que hacían el papel de nodrizas. En la oportunidad también se registró a 212 flamencos chilenos adultos incubando huevos.

El Flamenco chileno en período invernal se va a la costa, en tanto que las otras dos especies no bajan de los dos mil metros sobre el nivel del mar, concentrándose en el Altiplano. Es que necesitan amplio espacio para alimentarse y profundidad en el salar para evitar depredadores y eso sólo lo dan los salares con grandes espejos de agua”.

Así, el Salar de Maricunga reúne las condiciones para la nidificación de los flamencos con sus 146 km² de superficie, alcanzando un ancho de diez kilómetros en el lado norte. A una altitud de 3.750 metros sobre el nivel del mar, cualquier paso presuroso hace que el aire escasee. Al sur el salar se estrecha, alimentando a través de un canal la laguna Santa Rosa, produciendo así dos espacios acuíferos. La laguna fue incorporada en 1996 en la lista internacional de humedales Ramsar, nombre del convenio para su preservación.

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