Desde hace veinticuatro horas no se habla de otra cosa en España que de la historia de sexo y cintas de vídeo entre Bárbara Rey el emérito Juan Carlos. La vedette ha decidido hacer caja y contar con sus palabras eso de lo que todo el mundo hablaba al oído desde el pasado siglo y que su hijo Ángel sacó a la luz, con fotos incluidas, hace unos meses.
Después de oírla en una entrevista en Tele 5 que hizo audiencia máxima, se confirma que la actriz hizo chantaje al entonces Rey tras sus encuentros de pura pasión sexual, que se llevó millones por ello (ella habla de un préstamo), menos dice de los que le habían prometido; que las fotos de los encuentros íntimos las hizo su hermano, no su hijo como ha sostenido el vástago; que pudo quedarse embarazada desde el primer día y así múltiples revelaciones que hace años habrían sido un escándalo capaz de tambalear los cimientos del Estado, pero que en la actualidad forma parte de tertulias y programas del corazón. Quizás sean síntomas del hastío o de la madurez de la sociedad española.
De todo lo dicho por Bárbara parece claro que el emérito tenía poco méritos como servidor público, como padre y como esposo. Nada ejemplar el Rey que usó dinero público de los fondos reservados del Centro Nacional de Inteligencia (CNI) para comprar el silencio de la actriz e iba de machote borbónico cepillándose cuanto se ponía delante, fuese Bárbara, Nadiuska, Marta o la elegante y sofisticada Corina, aunque la lista es larguísima.
Teníamos un ‘pichabrava’ de Rey -y ya no son habladurías de los republicanos- y con su vida podía hacer lo que quisiera, pero pagar millones y millones con dinero de todos los españoles eso no está bien majestad, y lo digo con el dolor de alguien que le ha admirado y respetado hasta que se ha quitado la careta y que todavía hoy sigo reconociéndole sus servicios a España. Los vicios se los paga cada uno, sea el tabaco o echar un polvo.
De todas formas, tras la entrevista de Bárbara Rey inmediatamente los españoles han dado muestras de su parangón histórico y se han dividido entre los que apoyan contra viento y marea al emérito y los que se ponen del lado de la actriz. Dice esta mujer que el Rey la trataba como una puta y entonces ella decidió ser la puta más cara del mundo para justificar la decisión de grabar sus encuentros y pedir dinero para no revelar el ‘secreto de Estado’. Creo que estaba en su derecho, qué quieren que les diga. Si creemos lo que dice y creo que buena parte de su relato es cierto y verosímil, el emérito no estuvo a la altura y no de un rey, de un caballero.
Entre las dos partes de este país, yo no sé muy bien dónde estoy, pero si tengo que decantarme lo hago a favor de la vedette. Es probable que estuviese atraída al principio por las ventajas de enrollarse con un rey y que después se enamorase de él, y es probable que decidiese hacer chantaje tras verse maltratada y ninguneada. Que cada uno piense lo que quiera, incluso que ella podía no haber participado de esa relación tan tóxica, pero no hay nada que justifique que el primer servidor público de un país pague su ocio sexual con el dinero de todos y que ponga a su servicio las estructuras de seguridad e Inteligencia por sus escarceos amorosos.