Hoy: 23 de noviembre de 2024
El envío a finales del año pasado de sobres impregnados con fentanilo a varias oficinas electorales de cinco estados norteamericanos pone de manifiesto el enorme problema que representará el terrorismo doméstico en Estados Unidos a lo largo del año electoral que acaba de comenzar en un país cuyos servicios de Inteligencia investigan ahora mismo 2.700 casos de extremismo violento, tres veces más que los examinados en 2020.
Los sobres fueron enviados en noviembre durante el recuento de los comicios locales en Georgia, Nevada, California, Oregón y Washington, y algunos de ellos contenían el mensaje “Terminad con las elecciones”. Aunque la droga no afectó a ningún responsable electoral, el incidente demostró que siguen siendo objetivo de estos grupos extremistas, en línea con lo ocurrido tras las elecciones de hace cuatro años y que tuvo en su ejemplo más destacado el asalto al Capitolio el 6 de enero de 2021.
Es más, un estudio encargado por el Departamento de Defensa de Estados Unidos y publicado el mes pasado demuestra que cada vez son más los veteranos del Ejército estadounidense implicados en “grupos extremistas”. Aunque realmente no representaba un incremento significativo en comparación con la población estadounidense en general, el informe criticó la ausencia de “una definición unificada” sobre lo que se entiende por extremismo, lo que ha “dificultado la recopilación efectiva de datos sobre el tema o la creación de estrategias efectivas para gestionar el problema”.
Por primera vez en sus dieciséis años de historia, una encuesta anual sobre prioridades de amenazas realizada por el Consejo de Relaciones Exteriores (CFR) reveló que la principal preocupación de los expertos en política exterior no es una amenaza extranjera a los intereses estadounidenses sino la posibilidad de terrorismo doméstico y actos de violencia política en Estados Unidos, particularmente en torno a las elecciones presidenciales de 2024.
A ello hay que añadir, recuerda el grupo de expertos Soufan, que una cuarta parte de los estadounidenses (y más de una cuarta parte de los republicanos) encuestados por el The Washington Post y la Universidad de Maryland creen que es al menos “probable” que el FBI estuviera detrás de los disturbios del 6 de enero, mientras que el 30% de los estadounidenses están “convencidos” de que el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, ganó de manera fraudulenta las elecciones de 2020, según una encuesta publicada por la Universidad de Monmouth en junio.
En términos ideológicos, el grupo Soufan explica que, si bien la sociedad estadounidense se ha polarizado en estos últimos años, “el extremismo de extrema izquierda ha contribuido a muchas menos muertes que el extremismo de extrema derecha o el extremismo yihadista en Estados Unidos”. No obstante, según el Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales, 2021 fue escenario de una “tendencia históricamente elevada de ataques terroristas tanto de extrema derecha como de extrema izquierda”.
Según el Departamento de Seguridad Nacional de Estados Unidos, la mayor parte de incidentes de terrorismo interno en Estados Unidos que tuvieron lugar entre 2010 y 2021 tuvo motivaciones raciales o étnicas, mientras que la segunda más numerosa “se basó en un sentimiento antigubernamental y antiautoridad”.
El grupo Soufan remacha con el aviso de que partidos populistas de extrema derecha en todo Occidente han seguido fortaleciéndose “más allá de sus bastiones tradicionales”, y algunos políticos estadounidenses continúan abrazando las narrativas que ayudaron a motivar el asalto al Capitolio del 6 de enero, incluida la “Gran Mentira”, la conspiración que niega la legitimidad de las elecciones presidenciales de 2020, alimentada en particular por el nacionalismo cristiano.
“Esto demuestra la resistencia, flexibilidad y longevidad de las ideologías de extrema derecha, con vastas implicaciones para varias elecciones importantes en todo el mundo este año, incluidas las de Estados Unidos y el Parlamento Europeo”, concluye el grupo.