Cuando escucho decir alegremente a alguien: “Yo, si volviera a nacer, haría las mismas cosas”, pienso en la alta estima que podemos llegar a tenernos sin la anuencia del entendimiento. Muchas, muchísimas cosas cambiaría sencillamente porque una multitud de veces me he equivocado.
Sin ir más lejos, los pájaros son mucho más inteligentes que nosotros. Como tienen muchas ramas donde posarse, eligen aquella poblada de hojas donde el viento sea brisa y el sol apague su fuego entre el follaje. Ellos saben bien calcular que no siempre se tienen alas para subir a las copas más altas y permanecen en medio, visibles pero escondidos.
Nosotros los humanos, con más ramas y sitios donde posarnos que los pájaros, aún nos falta por reconocer el sitio de las panaderías, el lugar de las Academias donde aprender el silbo de los aires amorosos. Nos sobra cálculo y nos falta la aventura de conocer por dentro la vida. Lo que llamamos certezas y seguridades no son más que barcos sobre el agua indefensa ante el vendaval de las circunstancias.