Los misterios y el milagro que rodean la muerte del papa Luciani

Tal día como hoy, un 26 de agosto de 1978, el cardenal Albino Luciani, Juan Pablo I, fue elegido Papa, el número 263 de la Iglesia católica. Considerado el primer líder progresista de la Iglesia.

Su papado fue muy corto, 33 días. A día de hoy siguen existiendo dudas sobre la causa de su muerte, aunque la versión oficial del Vaticano, sin autopsia, fue un ataque al corazón. Sin aparentes enfermedades previas ni signos de violencia. Yacía muerto en su cama.

Eso llevó a muchos a pensar mal de la Curia vaticana. Aunque la tesis oficial fue que el papa Luciano falleció de un ataque al corazón, lo cierto es que jamás se le hizo autopsia. Existen contradicciones sobre quién encontró el cuerpo: unos dicen que fue el mayordomo, otros, que fue una de las monjas que le cuidaban.

La teoría es que Luciano no soportaba el peso de un pontificado lastrado por el postconcilio Vaticano II y escándalos financieros. Hay investigadores que han llegado a afirmar, eso sí, sin ninguna prueba, que la muerte del Papa de la sonrisa fue un asesinato orquestado por algunos miembros de la Curia, de la mafia y de la masonería.

El Papa Francisco beatificó a Juan Pablo I para reconocerle un milagro acontecido con una niña argentina, Candela. La niña hizo su vida normal hasta los 10 años. Luego enfermó. Comenzó con dolores de cabeza y a desmejorar. Tenía vómitos y fiebre.

Los médicos dijeron a su madre que estaba incubando un virus, la ingresaron y en pocas horas entró en coma con respirador: sufría convulsiones constantes. Probaban con diferentes anticonvulsivos pero nada funcionaba.

Su madre, Roxana, no se separó de ella ni un segundo. Le hicieron múltiples pruebas pero nada permitía detectar en qué consistía esa rara enfermedad. No hubo un diagnóstico preciso. Años después los especialistas concluyeron que la patología era FIRES (síndrome epiléptico por infección febril), una enfermedad rara, que afecta a una persona por cada millón. Las esperanzas de vida son cortas ante esta patología.

La doctora que atendió a Candela le dijo a Roxana: “No podemos hacer nada más por ella. Cande se muere esta noche”. Roxana entonces decidió ir a una iglesia cercana a la clínica. Allí conoció al padre José Dabusti, al que pidió que fuera a ver a su hija. Cuando se acercó a la cama de Cande, rezó y le indicó a Roxana que pusiese las manos encima de la niña. Se la encomendó al papa Juan Pablo I. Roxana confió en lo que le proponía el sacerdote, ya que era su último recurso: la niña estaba desahuciada.

Horas después de invocar a Juan Pablo I la niña comenzó a mejorar, los profesionales sanitarios no podían acreditar lo que estaba sucediendo: sus constates vitales se normalizaron y se recuperó completamente.