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En España entró con el pie izquierdo. Su valedor, el general Prim, había sido asesinado unos días antes de que Amadeo de Saboya fuese entronizado. Ante los Borbones excluidos, tampoco los hispanos de entonces quisieron al italiano por la mediocridad de su gobierno y acaso también por el descaro de sus amantes. Hasta que el rey no pudo más y abdicó en una meditada carta, excusando su abandono por no entender que los españoles batallaban entre sí, en una contienda interminable, y no contra los enemigos de afuera.
Cuando Santa Teresa reconoció que el peor enemigo es el de dentro de casa, se refería a las luchas del alma, nunca contra los hermanos.
… ¿Hasta cuando seremos, en esto también, incorregibles?
