De Málaga a Madrid en Ave, paradas en Córdoba y Ciudad Real y casi tres horas de recorrido, que apenas permiten meditar sobre las raíces partidas de los olivos o sobre el cuenco azul de un mínimo estanque, como dos manos juntas donde cupieran las lágrimas de la noche.
Junto a mí una señora de negro, con ojeras gestadas en un funeral: “Mi sobrina era muy joven. Los sucesivos amores la dejaron muy delgada, igual que la sombra de un lápiz. Todos en la familia le advertimos que la vida de golpe se atraganta y nos ahoga, pero no nos hizo caso y se ha muerto dejándonos una equivocación sobre la cama de su dormitorio. Un error que, según algunos en el velatorio, fue un acierto”.
En Córdoba se bajó la señora y un joven con ordenador ocupó su asiento dolorido.
… “El tren camina y camina, y la máquina resuella, y tose con tos ferina. ¡Vamos en una centella!”