JUAN CARLOS GARCÍA DE LOS REYES
No hace mucho tiempo que un ilustre colega, también paisano mío por más señas, me compartió la enorme indignación que le produjo visitar el Castillo de la Calahorra (Provincia de Granada. España).
Se trata de uno de los B.I.C. más sobresalientes de Andalucía y uno de los mejores referentes monumentales de la rica Comarca de Guadix. También constituye el icono patrimonial más reconocible del flamante Geoparque de Granada ¿Por qué? Pues porque es imposible soñar un mejor fondo escénico para su imponente silueta que las impresionantes cumbres blancas de la cara norte del P.N. de Sierra Nevada que, en apenas distancia, se yerguen casi 2000 metros por encima del altiplano del Marquesado del Zenete.
Pero también se trata de un ajado monumento cuyos propietarios nunca han querido abordar con responsabilidad su deber de conservación ni tampoco nunca quisieron gestionar con altura de miras la visita turística al monumento, reduciéndose a un escueto mínimo legal de una tarde a la semana.
Esto me decía el arquitecto Paco Sánchez Martínez:
“Nos llamó poderosamente la atención que una joya arquitectónica de semejante porte y potencia se encuentre en una permanente agonía, sin más conservación que unos cartones para recoger el guano de las palomas que se cobijan en las tirantas de las galerías del patio, o un plástico atado sobre el barandal de mármol de Carrara de la planta superior… Un bochorno que enrojece a los que amamos nuestro patrimonio.
Verdaderamente indignante que un Castillo concebido como una auténtica gema: rudo e inescrutable desde el exterior y cristal precioso y brillante hacia el interior, se encuentre en un estado de abandono de proporciones colosales, que ha sido denunciado en repetidas ocasiones…”.
Quizás ya sabrás que el Castillo de La Calahorra, que data de principios del siglo XVI, constituye uno de los mejores ejemplos de palacio-fortaleza renacentista en España. Está ubicado sobre una colina rocosa para así dominar la extensa llanura del antiguo Marquesado del Zenete. O que en el entrellano de ese cerro se asienta el pueblo de La Calahorra, a escasos kilómetros de la autovía A-92, y ubicado en un estratégico cruce de caminos ya que allí confluyen tanto la ruta que parte hacia La Alpujarra (a través del Puerto de La Ragua) como diversas carreteras que se dirigen hacia los otros pueblos del altiplano, todos ellos ubicados a casi un tiro de piedra (Ferreira, Aldeire, Alquife, Lanteira, Dólar, Charches o Jerez del Marquesado, por citar algunos de ellos).
Pero es que además de proximidad geográfica, entornos idílicos y costumbres ancestrales llenas de autenticidad, también debemos tener en cuenta que todos los pueblos del marquesado conviven con unas barreras difíciles de superar: envejecimiento de su población, recesión demográfica y unos niveles de empleo y renta ínfimos, lo que sitúa a esta comarca como una de las zonas más deprimidas de toda la Unión Europea.
Ahora sí que te será mucho más fácil imaginar la frustración de sus gentes al comprobar cómo los valores patrimoniales del castillo no han servido de acicate para propiciar el tan ansiado desarrollo socioeconómico: impotentes ante la no apertura al público en condiciones aceptables; impotentes ante el estado de degradación del monumento; e impotentes ante la histórica falta de implicación por parte de las administraciones públicas para la superación de este conflicto.
¿El resultado? Un tremendo desapego social e incluso municipal con respecto a su principal monumento en particular y con respecto a lo patrimonial en general. Lo demuestra el hecho de que la evolución urbana acaecida en este pueblo durante los últimos 30 años esté plagada de soluciones estéticas heterogéneas y llenas de imposturas impropias de un pueblo que ama su patrimonio y sus tradiciones. También pone de manifiesto la falta de control municipal y por tanto de implicación municipal para la aplicación del planeamiento planeamiento urbanístico vigente desde 1995 (NNSS), que ya por entonces quiso apostar por el mantenimiento de la armonía y los valores urbanos, ambientales y paisajísticos de su arquitectura tradicional. Por tanto::
Es decir, es como si en La Calahorra se llevara a gala dicha falta de valorización social del patrimonio como manera de protestar por el abandono de las administraciones en la resolución de los problemas de su castillo, ya que en otros municipios colindantes se aprecia mucho mayor esmero en el tratamiento de las edificaciones y espacios públicos a pesar de no disponer de un BIC tan relevante como La Calahorra.
También en el entorno rural inmediato del Castillo hay vergonzosas huellas de un desarrollismo inconsciente e inexplicable, del que en este caso ya no son responsables solo los habitantes de La Calahorra ya que todas las administraciones ya sea por activa o por pasiva permitieron en la década de los ’90 que al hilo de la construcción de la autovía que articula Andalucía (A-92) se autorizase una terrible cantera de áridos en las mismísimas narices del cerro del castillo… cuyo impacto atroz siempre nos estará gritando.
Pero ahora cambiemos de tercio, porque ya por fin me haré eco de una bellísima noticia de hace unas semanas que ha corrido como la pólvora:
“El castillo de La Calahorra será público tras medio milenio en manos privadas”
Ha sido gracias a la feliz iniciativa de la Diputación de Granada, que ha gestionado su adquisición. Es más, Francisco Rodríguez, su presidente, se ha atrevido a aseverar que “se trata del anuncio más importante que ha hecho la diputación en 40 años de historia”. Presidente, estoy absolutamente de acuerdo y quiero felicitarte públicamente por ese compromiso de diputación con el patrimonio de la “Granada interior” ya que además del Castillo de La Calahorra se ha conocido que ha adquirido otros BIC en Guadix o en Huéscar, por ejemplo. ¡Felicidades!
Pero esta bellísima noticia, larguísimamente anhelada, como te contaba, resulta que ha pillado a este pueblo en «fuera de juego patrimonial»… ya que lamentablemente durante muchos años eligió el peor camino posible para mostrar su desazón y su impotencia: algo así como darse un tiro en el pie.
Por eso, vecinos de La Calahorra con vuestro alcalde Alejandro Ramírez a la cabeza, ahora toca arremangarse y demostrar que verdaderamente amáis a vuestro castillo. ¿Cómo? Yo os lo diré:
Y para ello, nada mejor que empezar a aplicar sin dilación y con rigor el Documento de Criterios para la regulación del Entorno del BIC del Castillo de la Calahorra (Granada) que por encargo de la Delegación Territorial de Granada de la Consejería de Turismo, Cultura y Deporte de la Junta de Andalucía fue elaborado en 2022, en el que de manera detallada se explica cómo hacer compatible el desarrollo local y la protección cultural en el entorno urbano y rural de este monumento.
*Por su interés reproducimos este artículo de Juan Carlos García de Los Reyes publicado en su blog La Ciudad Comprometida.
Bonito artículo..