Ya han pasado unas horas desde que acabó el Festival de Eurovisión y todavía sigo con un cabreo del quince, con sensaciones contradictorias y, sobre todo, con el convencimiento de que lo ocurrido merece una pensada porque va más allá de un evento musical. Y lo digo por dos cuestiones: la metedura de pata de TVE por empeñarse en politizar un festival de música, y el poco cariño y entusiasmo que despierta España y su cultura en Europa y los confines de Australia o Israel. Podríamos decir que ya no nos quiere ni Portugal, y eso que con los vecinos del alma compartimos mucho más que toallas y fados.
Más allá del desencuentro histórico del festival con España, que ha ganado solo dos veces y amontona desengaños, en parte también porque España últimamente se lo ha ganado a pulso al dejar en manos de ‘chiquiliatres’ la representación musical o ha tenido poca intuición para los temas y artistas, y en parte porque no conseguimos el apoyo a nuestras propuestas incluso siendo buenas o muy buenas y desde luego mejores que la de la mayoría de países que han acabado mejor parados que nosotros.
Lo que ocurre en Eurovisión no siempre es una cuestión de música y buenos temas, que también los ha habido, pero juegan mucho los intereses cruzados políticos o ideológicos o la vecindad de países que se dan sus puntos mutuamente sea lo que sea que lleven al escenario. Los países fríos se calientan entre ellos y los mediterráneos según vayan las cosas y lo normal es que hagan la guerra por su cuenta, pero siempre se cuidan entre ellos alemanes, ingleses o franceses. El problema es que España no encaja en ningún sitio. Es como el gordito al que no elige ningún equipo para sus juegos y así nos va.
Decíamos que en este festival han ocurrido dos hechos trascendentes. Una ha sido la estúpida polémica abierta por TVE al utilizar la plataforma para criticar a Israel y su guerra con Gaza. Los presentadores de la cadena pública hablaron de la guerra y de los miles de muertos y cuestionaron la presencia de Israel en el festival, y claro Israel montó en cólera y lanzó una protesta formal contra los organizadores. Estos avisaron a TVE que no volviese a referirse a cuestiones políticas con la amenaza de multa y expulsión, y en la televisión pública española decidieron que eran más chulos que nadie y justo antes de que comenzase el festival pusieron una imagen con un mensaje con el que volvían a las andadas.
¿Perjudicó esta polémica a la actuación española? No sabría decir, lo que sí sé es que no ayudó y que probablemente muchos le hayan dado una patada a España en el culo de la artista sevillana, que hizo una actuación colosal, potente y brillante pero que al final se quedó en el antepenúltimo lugar con 37 puntos.
El batacazo de Melody sorprende muchísimo en una edición del festival en el que la inmensa mayoría de las actuaciones eran puro ruido envuelto en excelentes puestas en escena. Si es por coreografías y juegos de luces esta edición de Eurovisión habría sido de las mejores, pero si nos quedamos con la música… Yo no me compraría ningunas de esas canciones, salvo quizás un par de ellas entre las que está Israel, ni volveré a escucharlas porque no me dicen nada ni me aportan. Y mi esposa piensa igual y comparte también la misma opinión mi nuera, que es joven y algo sabrá más que nosotros de los nuevos tiempos y las tendencias.
Entonces, si sobre el escenario Melody fue de los mejor de la noche, ¿cómo se explica que quedase relegada a la cola? Y es ahí donde surge la duda si fue TVE y su intención de sustituir Eurovisión por el Tribunal de Derechos Humanos, Naciones Unidas o la propia Comisión Europea, que es donde hay que hablar de esas cosas con la beligerancia que sea preciso para condenar una guerra que odiamos y condenamos todos: no sólo TVE está en contra del horror y las matanzas indiscriminadas, como también sucede por cierto en Ucrania, cualquier ser humano quiere que se acabe ya tanto dolor y sufrimiento, pero un festival musical es sólo eso. Y sólo debe ser eso.
Pues está esa duda y está la sensación del poco respeto que despierta España y la escasa empatía con países de nuestro entorno o fuera de él. He sufrido personalmente pequeños detalles que lo demuestran, caso de que en Londres no encontrase ni un restaurante con cartas en español (las había hasta en vasco o catalán), o que en Francia el personal de los hoteles hablen hasta el sanscrito, pero no el castellano. Detalles feos en países que por cierto están llenos de turistas españoles. Estos y otros muchos vienen y se llevan barrigas cerveceras y el sol puesto y disfrutan de un país que se entrega en cuerpo y alma para hacerlos felices, pero un países con el que no cuentan para temas serios cuando hay que hablar de política o de economía.
La Administración de Pedro Sánchez ha demostrado su escasa capacidad diplomática para hacer amigos, y casos evidentes han sido Argentina o Israel, por citar algunos, pero son muchos más, y eso unido a nuestro poco peso internacional nos deja en tierra de nadie, “triste y sola”, como en la canción de la tuna.
Comparto la frustración de Melody. Lo hiciste genial, arrolladora, y mereciste estar en la cumbre digan lo que digan jurados y televotos. La culpa de lo que ha pasado no ha sido tuya Melody, una diva, una diosa de la que como español me siento orgulloso, aunque ya no nos quiera ni Portugal.