REALIDAD IMAGINADA

25 de julio de 2023
1 minuto de lectura

Cruzábamos el río Guadalquivir de un extremo a otro en la barca con maroma que ajustaba a sus manos Manolón. Cinco minutos de travesía y, en la otra orilla del agua, había más pájaros que cantaban, piedras de pizarra adonde se escondían los novios para darse un beso y un bar de refrescos enfrente con meriendas de pan y chocolate…A un paso, el mundo era otro mundo.

Ir de una parte a la otra del río se nos figuraba haber alcanzado el horizonte de los sueños.A las dos horas o así nos esperaba Manolón para el regreso. A la vuelta, cada uno llevaba en la cabeza un escondite descubierto, una rana o un junco y un despertar cumplido. Esa inocencia de deseos se quedó en la barcaza de entonces, navegando sola.

…Ahora, los cruceros gigantescos me parecen insignificancias, barquitos de papel si comparamos.

pedrouve

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